Ni cómo rebatir a Javier Corral: detrás de la orden de aprehensión en su contra, por el delito de peculado, hay una revancha política que implica televisarla en prime time para instalar la idea de que estamos ante un prófugo de la justicia. Pero también es cierto que Corral arrastra cuestionamientos del quinquenio que gobernó Chihuahua.
En el pequeño círculo rojo chihuahuense ubican el 21 de enero de 2015 como el arranque de esta revancha. Ese día, mientras el entonces gobernador César Duarte leía en la tribuna del Senado un discurso que ensalzaba al peñismo, el aún panista Corral desplegaba una pancarta donde lo acusaba de corrupto. No sólo eso: en su intervención, lo culpó de enriquecimiento ilícito y de lavado de dinero.
Duarte respondió incriminándolo “de representar los intereses del Cártel de Juárez” y recordó que dos hermanos de Corral contaban con antecedentes penales en Estados Unidos; uno por narcotráfico y otro por fraude financiero. Corral se enganchó con Duarte, me cuenta un colega. Por eso el hoy morenista no tuvo reparos cuando Miguel Ángel Osorio Chong, en ese tiempo secretario de Gobernación, le propuso una alianza para competirle la gubernatura al candidato del duartismo y de Manlio Fabio Beltrones, quien dirigía al PRI.
Ganada la elección, Corral se propuso desenmascarar a Duarte. No batalló mucho: lo encontró inminiscuido en la Operación Safiro, una maquinación entre Beltrones, la secretaría de Hacienda y media docena de estados gobernados por priistas para desviar 650 millones de pesos del erario, blanquearlos en empresas fantasmas y destinarlos a campañas electorales.
Durante la Operación Justicia, como ostentosamente llamó Corral a su cruzada anticorrupción, se supo que la hoy gobernadora Maru Campos se había beneficiado de esos dineros ilegales; Duarte se escapó a Estados Unidos, aunque luego fue arrestado; y se dio a conocer que algunos de los detenidos habían sido torturados en las instalaciones de la Fiscalía de Derechos Humanos, que Corral hacía pasar como Fiscalía Anticorrupción.
El desaseo en la Operación Justicia no es un caso aislado. La investigación del asesinato de Miroslava Breach, corresponsal de La Jornada, ocurrida en marzo de 2017, se ensució desde que Corral, con el pretexto de que conocía a la familia, entró a la casa con peritos, les dijo a las hermanas que Miroslava “se la había buscado por pisarle los callos al diablo”, y luego se llevó la computadora de la periodista, quien se había alejado de Corral desde meses atrás. Bien lo sé porque colaboré en un equipo periodístico que indagó el crimen de Miroslava.
Me platican que el apoyo que dio Corral a Juan Carlos Loera, excandidato de Morena a la gubernatura de Chihuahua, le aseguró una embajada, pese a la dudosa victoria de Maru Campos. Pero rechazó la oferta presidencial “para no mandar el mensaje de que necesitaba protección”. Hoy parece contar los días para tomar protesta como senador de Morena y defenderse del pasado reciente que sus opositores empiezan a recordarle, pero también a tergiversar. Corral ya no es aquel panista rebelde que confrontó a Fox y a Calderón. Hoy es un accidente a punto de suceder.
POR ALEJANDRO ALMAZÁN
COLABORADOR
@ELALEXALMAZAN
MAAZ