Previsible y reiterativo el discurso de la doctora Claudia Sheinbaum Pardo al ser declarada presidenta (e) electa de esta feminista República; tiene varios puntos cuyo contenido marca no sólo una línea de claridad, sino de identidad con el agónico periodo encabezado, edificado y sacralizado por Andrés Manuel L.O.
Además, si dejamos de lado las inflamaciones oratorias y los desplantes patrióticos (o patrioteros), como ese de “poner todo mi empeño, mi conocimiento, mi corazón, mi esfuerzo, mi voluntad y hasta la vida misma para servir a mi patria y a mi pueblo”, el mensaje del Metropólitan es una confirmación y una advertencia, sobre todo en cuanto a la cercana composición del sobrerrepresentado Congreso. Para ella el asunto está resuelto desde ahora. Mejor dicho, desde el 2 de junio.
“…Y es clara la Constitución para la designación de los legisladores, de mayoría y de representación proporcional; estoy convencida de que los titulares del Poder Judicial en materia electoral conocen a profundidad este tema, porque así han actuado en pasadas elecciones y sabrán respetar también la Constitución, las leyes y la voluntad del pueblo…”
La voluntad del pueblo. Eso mismo dijo Andrés Manuel L.O., en uno de los muchos abordajes del tema:
—“¿Por qué esta discusión? ¿Y por qué no quieren que se siga con el mismo criterio que establece nuestra Constitución y que se ha mantenido desde 2008? ¿Por qué ahora dicen ‘no, que no sea por partido, que sea por coalición’?
“Porque no quieren que se obtenga la mayoría calificada y se tenga la posibilidad de reformar la Constitución…”
El discurso del Metropólitan, con todo y cuanto tuvo de festividad y algarabía sobre los añicos de la cristalería desecha del imaginario techo cuyo vidrio limitaba el ascenso femenino, tuvo líneas interesantes, sobre todo en cuanto a la futura operación política en cuyo enunciado se presentó una velada crítica a la simbiosis actual.
"…Tenemos que marcar muy bien la distancia entre gobierno y partido…”. Ernesto Zedillo, en su tiempo, cuando desfondó al PRI, hablaba de la “sana” distancia.
Esta oferta, promesa o propósito marcaría el fin del siamesismo entre Morena y el gobierno, o mejor dicho, la jefatura del Estado y el liderazgo activo del partido, como hizo el actual Tlatoani (palabra sin femenino, por cierto). Ni modo de llamarla Tlatoana, como nos conminó a hacerlo con PRESIDENTA.
Y en el aspecto ideológico, ni un milímetro de divergencia.
“...el mandato es no alejarse de la soberanía del pueblo, aquella que siempre debe estar por encima de grupos o de individuos, por más poderosos que parezcan”, con las puertas cerradas al clasismo, racismo, machismo…
“Nihil novum sub sole”. (Eclesiastés, 1, 9)
POR RAFAEL CARDONA
COLABORADOR
@CARDONARAFAEL
MAAZ