MIRANDO AL OTRO LADO

Reflejo de Venezuela sobre México

“Nunca vamos a entregar el poder a los fascistas” espetó Nicolás Maduro por enésima vez. Rodeado de los directivos del órgano electoral que lo declaró ganador

OPINIÓN

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Ricardo Pascoe Pierce / Mirando al otro lado / Opinión El Heraldo de México
Ricardo Pascoe Pierce / Mirando al otro lado / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

“Nunca vamos a entregar el poder a los fascistas” espetó Nicolás Maduro por enésima vez. Rodeado de los directivos del órgano electoral que lo declaró ganador de la elección presidencial, Maduro dejó en claro que consideraba su victoria la de una batalla entre la pureza y la maldad.

En otra ocasión, rodeado del generalato que le declaró su apoyo irrestricto, habló de la diferencia entre Dios y Satán. En su comparecencia ante el Tribunal Superior de Justicia, que le concedió el derecho a exponer las justificaciones de su victoria, habló de la defensa de la Constitución de Venezuela y de aquellos de “pisotean la ley y el orden nacional, provocando caos y terrorismo”.

Ante soldados rasos, les exigió su apoyo incondicional y ante estudiantes les explicó los peligros que representa los Estados Unidos “para la libertad, la democracia y la soberanía de nuestro país”. Dejó en claro que estaba en riesgo la independencia de Venezuela ante las intenciones del imperialismo por apoderarse de las riquezas naturales de Venezuela, especialmente el petróleo.

¿En qué se basa Maduro para mantenerse en el poder, habida cuenta que evidentemente perdió abrumadoramente la elección? Las actas, presentadas por la oposición, no han sido descalificadas por el órgano electoral oficial ni por el Tribunal Superior de Justicia. El oficialismo tampoco ha sido capaz de presentar actas válidas que desmientan los datos de la oposición. Desde el punto de vista político la y moral, la oposición puede presumir una victoria abrumadora y que Venezuela debe prepararse para una transición pacífica del poder de Nicolás Maduro a Edmundo González. En cualquier democracia, así sucedería.

Pero Venezuela no es una democracia. Y es poco probable se dé una transición pacífica del poder. Maduro ya celebra que más de 2 mil “terroristas” han sido encarcelados, aunque no festeja públicamente que las fuerzas de seguridad “venezolanas” han ejecutado a más de 30 personas, hasta donde se sabe.

Y se habla de fuerzas “venezolanas” de seguridad porque, según varias agencias de inteligencia occidentales, las fuerzas de seguridad que golpean, arrestan y matan a los miembros de la oposición no son venezolanos, sino cubanos y mercenarios rusos del Grupo Wagner, contratados por Maduro.

¿La razón? Maduro no puede confiar en sus propias tropas actuando represivamente en la calles porque seguramente fueron sus papás, abuelos, esposas, novias, hijos y amigos quienes votaron por la oposición. En una de esas, hasta la propia tropa habrá votado contra Maduro. Bajo esas condiciones, Maduro no puede arriesgar una sublevación de la tropa contra los generales y contra él mismo.

Los mercenarios son un recurso muy socorrido en este mundo de múltiples guerras. El hecho de que Maduro haya “internacionalizado” el conflicto venezolano, al contratar a mercenarios cubanos y rusos, le agrega otra capa de dificultad para encontrar una salida al asunto. Las invectivas y acusaciones de Maduro, incluyendo palabras específicas, cada día son más y más parecidas a los dichos y frases de Putin, en su “guerra santa” contra el “fascismo y nazismo en Ucrania”.

Maduro y Putin han hecho alianza, y el círculo se cierra con Cuba, China, Irán y Nicaragua. Es decir, ahora resulta que el fraude electoral en Venezuela es, en apariencia, producto de un enfrentamiento entre el bloque de Occidente liberal contra el de Oriente con regímenes autoritarios. O, en palabras de Maduro, los fascistas de Occidente contra los gobiernos populares de Oriente.

Cualquier similitud entre los alegatos, manifestaciones y conductas de Maduro con lo que está ocurriendo en México no es una coincidencia sorprendente. Es el mismo guión.

Veámos.

Aunque aún está incompleto, pero Andrés Manuel López Obrador está intentando construir el mismo escenario en México al que ya existe en Venezuela. El Plan C que está a punto de posiblemente ser aprobado por el nuevo Congreso de la Unión, con base en una falsa mayoría calificada, va irremediablemente en esa dirección.

Ha hecho todo lo posible por subordinar el Poder Legislativo a su agenda política. En las elecciones del 2021 perdió la mayoría calificada, lo que retrasó el desarrollo de su plan de dominio político. Pero dedicó los últimos tres años de su gestión a crear las condiciones para imponerse en el 2024. Tomó por asalto y con chantajes y amenazas al INE y el Tribunal Electoral. Era imprescindible para su proyecto de dominio de espacios electorales, igual que a Maduro.

La colonización de los órganos electorales fue producto de una guerra sórdida contra sus anteriores integrantes. Pero ya lo logró: el INE y el TEPJF ya pertenecen a Andrés Manuel López Obrador y obedecen sus mandatos. Como a Maduro.

Ese control le va a permitir ir un paso gigantesco más, hacia el dominio total del aparato estatal. Al obligar al INE y al TEPJF a aprobar un esquema ilegal e inmoral de sobrerrepresentación de su partido en el Congreso, lo cual le permitirá aprobar todo lo que quiere el Presidente sin consultar con nadie, podrá colonizar totalmente el Poder Judicial, al obligar a la renuncia de todos los Ministros, Magistrados y Jueces del país, dándole a él y al narcotráfico la posibilidad de nombrar todos los nuevos juzgadores. Una colonización para controlar absolutamente al Poder Judicial y desterrar para siempre la idea de su independencia y la autonomía de sus decisiones. Igualmente a como ha sucedido en Venezuela.

El control total del Poder Legislativo también le permitirá al Ejecutivo eliminar toda la representación plurinominal, para erradicar, de una vez por todas, la existencia de molestas disidencias políticas en México. Ya no habrá, en la lógica de AMLO, ni fascistas, ni
terroristas, ni imperialistas en México. Será un país habitado por personas condescendientes con su ideario e ideología, que él dice es de una pureza inmaculada y popular sin igual en el territorio nacional. Las elecciones servirán solamente para ratificar la hegemonía absoluta y total del partido oficial.

Así, sin cambiar oficialmente la Constitución Política que nos rige, en los hechos se la tirará al basurero de la historia. ¿Tres Poderes del Estado, independientes entre sí y con el mismo rango? Basura. ¿Estado federalista? Claro que no: el centralismo, en la figura presidencial, será la norma de ahora en adelante. ¿República democrática? Dirán que esas son concepciones del neoliberalismo fascista que, en el pasado, nos llevaron a la ruina, permitiendo a intereses ajenos al pueblo acceder al poder. De ahora en adelante nos guiará la visión luminosa de la democracia popular, afirmada en la figura del Presidente que todo lo
entiende y nos hace el favor de interpretárnoslo.

Por estas razones, hay dos consecuencias adicionales en el nuevo modelo político que adoptaremos. En primer lugar, no existe necesidad de órganos autónomos para vigilar la conducta del Poder Supremo porque dispondrá inteligentemente de todo el erario público conforme a los intereses superiores de la democracia popular. La rendición de cuentas será un cuento del pasado, una tarea innecesaria y provocará el dispendio de recursos públicos sin sentido alguno, más que aquel para asegurar su reproducción en el poder.

Otra consecuencia será la nueva relación indivisible entre el Presidente y el generalato de las Fuerzas Armadas nacionales. Serán una y la misma cosa. No existirá diferencia alguna entre ellos, porque juntos podrán determinar el rumbo futuro de la Patria sin permitir fisuras en el concepto de Patria e interés nacional. Nunca más el fascismo, el neoliberalismo ni el imperialismo en México.

A esto se le unirá el narcotráfico. Este es el guión que López Obrador le está copiando a Maduro. Lo que vemos es a un Maduro atrincherado en el control del aparato y puede durar mucho tiempo así, asociado al bloque de Oriente en la nueva configuración de bloques mundiales. Es, por cierto, el modelo de gobernanza adoptado en Cuba y que lleva más de 60 años en el poder. Y mucho me temo que, de no frenar las cosas a tiempo, López Obrador y Morena nos van a llevar por el mismo camino.

POR RICARDO PASCOE

COLABORADOR
ricardopascoe@hotmail.com
@rpascoep

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