A pesar de que todo el mundo se emociona con el proceso electoral estadounidense, hay regiones en los Estados Unidos donde la fiebre electoral está lejos de manifestarse. Esa es al menos la constatación a la que llego después de realizar el viaje de un par de semanas por Massachusetts, Maine, New Hampshire y Rhode Island, cuatro estados que pertenecen a lo que se conoce como Nueva Inglaterra.
Es cierto que diferentes canales de televisión estadounidense están repletos de noticias electorales y análisis sobre los temas que encendieron el panorama político del país en los últimos días, es decir el atentado contra el expresidente y ahora candidato republicano Donald Trump, así como el anuncio del presidente Joe Biden de abandonar la contienda electoral y de Kamala Harris como la posible sucesora de Biden en la candidatura demócrata.
Sin embargo, en los espacios públicos de la vida diaria, los estadounidenses apenas hablan de las elecciones que se celebrarán en menos de cien días. Con la excepción de un par de anuncios de apoyo a Trump y Kennedy desplegados en casas particulares, no he visto carteles relacionados con el proceso electoral estadounidense ni otro tipo de manifestaciones a favor de una u otra opción; y eso que hemos recorrido más de 1500 km por las carreteras y pueblos de todo tipo.
Desde la década de los años 90 del siglo pasado, los estados de Nueva Inglaterra se han ido afianzando como el territorio demócrata que solo a veces trajo sorpresas votando la opción republicana. Nada indica que algo inesperado podría ocurrir ahí en relación con las elecciones presidenciales de este 5 de noviembre, así que esta ausencia de manifestaciones electorales podría explicarse por la certeza con la que ambos partidos evalúan sus posibilidades.
La gran paradoja de los Estados Unidos es que, aunque las elecciones presidenciales se realizarán en 50 estados y la capital federal, se trata de un sistema electoral indirecto donde el ganador debe sumar al menos 270 de 538 electores repartidos entre los estados. La batalla es pues solo por los estados donde ninguno de los partidos cuenta con una ventaja clara, porque es ahí donde se puede generar un cambio en las preferencias electorales.
La campaña, entonces, se dirime solamente en los llamados “swing states” —o estados bisagra—, como Arizona, Georgia, Michigan, Nevada, Carolina del Norte, Pennsylvania y Wisconsin. De ellos se habla mucho recientemente, porque juntos equivalen a 93 de los votos electorales. De hecho, el atentado contra Donald Trump tuvo lugar durante un acto de campaña en Butler, en Pennsylvania, que está en la lista de esos estados.
En cuanto al resto del país, parece que todos se toman con relativa calma las elecciones presidenciales. A veces parece calma ante la tormenta. No obstante, bien podría ser un síntoma de un desgaste social e institucional más profundo, de poderosas consecuencias para Occidente. Lo veremos en breve.
POR BEATA WOJNA
PROFESORA DE RELACIONES INTERNACIONALES
TECNOLÓGICO DE MONTERREY
@BEATAWOJNA
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