MUJERES, S.A.

¡No me metas el pie que vengo en tacones!

La competencia obscura, en la que tu bienestar existe a costa del bienestar de tu vecina, crea un ambiente tóxico que tiene como consecuencia daños irreparables al tejido institucional y efectos negativos en la productividad

OPINIÓN

·
Claudia Luna / MUJERES, S.A. / Opinión El Heraldo de México
Claudia Luna / MUJERES, S.A. / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

En el complejísimo mundo de los negocios, las mujeres hemos ganado terreno, y para ello hemos tenido que enfrentar muchos dragones.  Los obstáculos son incontables y de diversos tipos y surgen a veces de los lugares menos esperados.  Uno de los problemas a los que nos seguimos enfrentando -y del que no nos gusta hablar- es el de la competencia destructiva entre mujeres.  

Es una experiencia dolorosísima que hemos vivido muchas de nosotras. Cuando navegamos en un mar de desiguales, esperamos encontrar apoyo en las iguales y encontramos, en lugar de sororidad, conductas insidiosas y veladas.  Mujeres que guardan su sitio con tal fiereza (por haber sido tan difícil obtenerlo) que no toleran a ninguna otra mujer en la periferia.  Platicando con un experto en temas organizacionales, me explicaba que estas conductas son muy comunes en los puestos de liderazgo porque hemos creado una mentalidad de escasez para las mujeres en puestos de decisión.  La sensación, a veces no equivocada, de que hay un número de sillas limitado alrededor de la mesa y si te sientas tú, quizás no me puedo sentar yo.

Igualmente alarmante es que este fenómeno se da también entre las mujeres en etapas formativas de sus carreras, quienes sienten que para subir escalones corporativos, se necesita pisar sobre las cabezas de otras mujeres y el fin justifica los medios.

Yo soy una gran promotora de la competencia sana. Esa competencia que funciona como motor de tu ambición y te empuja a la excelencia y la creatividad.  La competencia obscura, en la que tu bienestar existe a costa del bienestar de tu vecina, crea un ambiente tóxico que tiene como consecuencia daños irreparables al tejido institucional y efectos negativos en la productividad. ¿Cómo opera? Con obstaculización y sabotaje, descrédito y chismes, falta de colaboración y con un enfoque deleznable en la derrota de la otra y no en tu triunfo.

Es nuestra obligación como líderes romper el ciclo de la competencia destructiva y enfilar a nuestras profesionistas hacia una cultura de verdadera sororidad corporativa. No solapando incompetencia en razón de género, que no ayuda a nadie, sino activamente propiciando ambientes colaborativos. Aquí algunas sugerencias:

  • Ser ejemplos vivos de colaboración entre nosotras y que los triunfos de otras mujeres no sean amenazantes, sino inspiradores.
  • Establecer programas formales de mentoría y redes de apoyo en los que las mujeres más jóvenes tengan acceso a mujeres más experimentadas que se comprometan a guiar y apoyar a nuevos grupos de mujeres.
  • Visibilizar triunfos y esfuerzos de más y más mujeres.  Celebremos a nuestras colegas y reconozcamos públicamente lo orgullosas que estamos de ellas.
  • Hablando abiertamente de este fenómeno y atacándolo de frente.

A las feministas se nos llena la boca y el corazón hablando de sororidad.  Pero sigue siendo elusiva en algunos ámbitos.  Nos toca crearla, defenderla y extenderla para que futuras generaciones de mujeres profesionistas no sientan que tienen que meterle el pie a su amiga para asegurar su futuro profesional.  Las mujeres somos más fuertes si peleamos juntas y tenemos suficientes bárbaros en la puerta.  Somos mejores sin envidias y rencores.

Si brillas tú, brillamos todas.

 

PAL