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Volverse Palestina

La de Meruane es la crónica personal del “regreso” a una tierra familiar completamente extraña

OPINIÓN

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Carlos Bravo Regidor / Radar de Libros / Opinión El Heraldo de México
Carlos Bravo Regidor / Radar de Libros / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Quienes descendemos de migrantes tenemos una relación rara con “su” tierra. Conocemos su cultura, crecimos con sus costumbres, llevamos su idioma en el corazón, pero ¿podemos decirle “nuestra” a su tierra?

La familia siempre será nuestra patria, pero la patria de la familia no siempre es la nuestra. No exactamente, no del todo. Su tierra es para nosotros íntima y, al mismo tiempo, lejana; algo de ella nos habita incluso si jamás la hemos conocido. Lina Meruane (Santiago, 1970) es una escritora chilena descendiente de migrantes palestinos. Volverse Palestina (Literal Publishing/CONACULTA, 2013) es la crónica personal de su “regreso” a esa tierra familiar que le es completamente extraña:

“Me digo: no sería un volver sino apenas un visitar una tierra en la que nunca estuve, de la que no tengo ni una sola imagen propia. Lo palestino ha sido siempre para mí un rumor de fondo, un relato al que se acude para salvar un origen compartido de la extinción. No sería un regreso mío, repito. Sería un regreso prestado, en el lugar de otro. De mi abuelo, acaso. De mi padre. Pero mi padre no ha querido poner pie en esas tierras ocupadas”.

Meruane narra cómo llegó su familia a Chile, el país con la comunidad palestina más grande fuera de Israel y el mundo árabe. Pusieron un negocio de textiles, se asentaron y con los años se sintieron tan chilenos que abandonaron la idea de regresar, aunque no de mantener un delgado pero sólido vínculo con su ciudad de origen, Beit Jala, cerca de Belén, a unos diez kilómetros al sur de Jerusalén.

Una serie de conversaciones y eventos fortuitos espolea en Maruane la inquietud de “volver”. Empieza como una ocurrencia pero poco a poco, conforme la posibilidad cobra forma, se va convirtiendo en un deber: “Eso es lo que hay que hacer ahora. Aferrarse a lo que queda de Palestina para evitar que desaparezca. Que no la hagan desaparecer”. Finalmente, la ocasión se presenta y ella, dispuesta a saldar deudas con la memoria, decide atender el llamado y “sumarle a esa resta”.

Ni siquiera ha despegado de Londres y ya comienzan los interrogatorios, las revisiones, los maltratos y las sospechas por su extranjería. “Los agentes de la seguridad israelí son idénticos a los tiras de la dictadura chilena”. Aterriza, cuenta su aventura a quienes la reciben en Jaffa y la felicitan: “Te reconocieron; ya eres una verdadera palestina”. La experiencia se multiplica al tener que encarar los cercos, la vigilancia, los controles, la sobrecogedora omnipresencia de los checkpoints a lo largo de todo el viaje.

Su palestinidad adquiere una nueva consistencia frente al acoso cotidiano de los milicos israelís.

El encuentro con sus parientes resulta igual de desconcertante. Se identifican, intentan conversar en distintas lenguas pero su historia, naturalmente, no es la mismas. Las genealogías se confunden, los apellidos se revuelven, la vida ha sido una para quienes se fueron a Chile y otra para quienes se quedaron en Palestina.

Entre preguntas y quejas, expectativas y reproches, aflora el hecho de que se desconocen. Meruane registra con resignación esa verdad (“no sé de qué hablar con esta parte de mi pasado que se ha vuelto un incómodo presente”) pero también se esfuerza por comprenderla y, al hacerlo, darle la vuelta. El resultado es simultáneamente desolador y deslumbrante.

POR CARLOS BRAVO REGIDOR

COLABORADOR

@CARLOSBRAVOREG

MAAZ