En 1942 el afamado cineasta norteamericano George Stevens dirigió una película que, a base de comedia, en realidad es una crítica al sistema judicial y a la persecución política. Por un lado, al diseño de justicia penal de los condados que permite la nada sana influencia y presión de factores políticos y económicos en la impartición de justicia. Y, por el otro, una sátira muy bien lograda de la persecución de las minorías ideológicamente diferentes.
Que mejor título de ese film que el original: The talk of the town, esto es, una alegoría acre a la cerrazón provinciana sorda y ciega que no escucha y no atisba a la razón. En español el título no fue tan afortunado: Tres contra todos, lo que resume parte de la trama, pero sin ir al fondo de la cuestión.
La película narra un caso judicial amañado para acusar falsamente a un obrero de ideas sociales, socialistas de izquierda diríamos hoy, por provocar un incendio en la fábrica en la que trabaja. Su dueño es quien en realidad domina al pueblo, con sus funcionarios, incluido el juez del condado. Por cierto, personaje caricaturesco de pocas luces.
Frente esta encarnación de la estulticia jurídica, aparece en antípoda un prestigioso profesor de Derecho. El jurista pretende pasar unos días de tranquilidad y reflexión académica en el poblado, mientras el fraudulento dueño de la fábrica y el torpe juez del pueblo maquinan como condenar al chispeante e incómodo obrero.
Da la casualidad de que el distinguido abogado va a ser designado como justice en la Corte Suprema por el Presidente de los Estados Unidos. El Senado le pide al abogado que, mientras se procesa su nombramiento, guarde discreción y prudencia, no se entrometa en el asunto del juicio, ni siquiera en ayuda de un obrero.
Contrario a la conseja política en el mundo civilizado, el Doctor en leyes logra demostrar la inocencia del acusado y develar la concupiscencia del dueño de la fábrica y del juez.
Stevens satiriza en esta comedia ligera los primeros embates del Macartismo. En un gobierno paranoico en el cual quien no piensa igual le recae la sospecha de ser enemigo del sistema y pasa a formar parte de la lista negra y ser acusado de ver enemigos del pueblo.
Frente al sometimiento del juez del condado a causas diversas a la de la justicia, se opone la resistencia del futuro justice de la Corte Suprema quien logra evitar esa cacería de brujas. A costa, incluso, de que el notable jurista engrose la lista de los indeseados y de los incómodos de un régimen autoritario muy común en los lugares en donde se festeja la ignorancia y el fanatismo.
Ayer como hoy persiste una lucha constante entre la razón que asiste a la verdad y a la justicia frente al interés político arropado por el prejuicio y las generalizaciones vagas, imprecisas y repetidas -en coro- ad nauseam.
POR JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA CARRANCÁ
MINISTRO DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN
EEZ