El fin de semana, en las manifestaciones de apoyo a Donald Trump tras el atentado en su contra, una pancarta en Nueva York demandó que el expresidente y aspirante republicano a la Presidencia fuera coronado rey de Estados Unidos. Eso ciertamente no va a ocurrir, aunque sus críticos creen que, de ser electo Trump, va a parecer así.
Las señales son tan ominosas o prometedoras como se quiera. El imperioso estilo y la retórica de Trump lo hacen verse como un César moderno, pero aunque sea el líder, sería un error verlo como factor único.
Hay todo un movimiento detrás de él, compuesto básicamente por una coalición de conservadores religiosos y nacionalistas blancos con todas sus variantes, incluso racistas y xenófobos, que ha estado presente por años y a la que Trump dio cara y bandera.
Tras el empujón político que le dio el intento de asesinato del sábado, vino la mañana del lunes la resolución de la juez federal Eileen Cannon para descartar el caso en su contra por el manejo indebido de documentos secretos. Y eso después de la resolución de la Suprema Corte de Justicia para determinar que los actos de un Presidente tiene inmunidad absoluta.
Que la juez Cannon haya sido designada por el presidente Trump en su primer y hasta ahora único término, y que trates de los seis jueces de la Corte Suprema que votaron a favor de la inmunidad del magnate hayan sido designados por el propio Trump, es parte del impacto de un movimiento conservador que ha dedicado más de 30 años a llenar la judicatura con elementos afines.
Y si bien se presentan como defensores de la independencia judicial ante grupos liberales, parecen constantemente diferentes ante demandas de grupos conservadores. Las bancadas republicanas en el Congreso ya parecían cada vez más dispuestas a someterse a las demandas de Trump, que basado en su movimiento de "Hacer Grande Otra Vez a los Estados Unidos" (MAGA, por sus siglas en inglés) se adueñó literalmente de ese partido.
Ahora, funcionarán en automático. La tendencia, en todo caso, parece un gobierno donde los hasta ahora independientes poderes Judicial y Legislativo, se inclinen ante los deseos de un presidente fuerte, tanto o más que durante el régimen del formidable Franklin D. Roosevelt, demócrata electo cuatro veces que gobernó de 1933 a 1945.
Muchos especialistas políticos estadounidenses parecen convencidos de que, ante la aún evidente división de los demócratas en torno a la candidatura de Joe Biden, Trump navega en una marea irrefrenable. Puede ser.
Entre los efectos aparentes del atentado contra Trump parecen estar tanto un incremento de su fortaleza electoral y puntos de ventaja, que son tanto más importantes en un país dividido casi exactamente por la mitad, y por otro con lo que se ve de momento como un retroceso de los críticos demócratas de la candidatura de Biden.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
COLABORADOR
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