COLUMNA INVITADA

Confusión y pobreza intergeneracional

La preocupación de hoy se centra en parecer jóvenes, en disfrutar el café de marca, el día de pago, en llamar “cool”, todo lo que evidencia la pobreza laboral

OPINIÓN

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Sara Morgan / Columna Invitada / El Heraldo de México
Sara Morgan / Columna Invitada / El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

Ayer en una de las estaciones de radio más escuchadas por personas que rondan entre los 15 y 30 años, uno de los conductores señaló: ¡“Después de los treinta, se acaba la vida”! Mi asombro fue absoluto, porque en efecto, últimamente se tiene un discurso en pro de la juventud, no de los ideales, lo que afecta el entorno.

Cierto es, que la segunda mitad del siglo XX, en específico durante los años sesenta, como refieren Gilda Waldman, autora de Medio siglo de movimientos estudiantiles, y Roberto Rodríguez, en su texto París, llegaron a considerar que todas las protestas universitarias y juveniles fueron necesarias para hacer evolucionar el conservador status quo y el autoritarismo gubernamental, sin importar el país o localidad,  ya que “los rígidos controles del Estado representaban una camisa de fuerza sofocante” para los jóvenes enfurecidos que exigían un cambio en la estructura social y económica, y por consiguiente, todos recibieron severas muestras de represión y no alcanzaron sus objetivos de manera inmediata.

Pero hoy en día, esos obstáculos, son parte de una proyección histórica, lo que ha propiciado que, ante la libertad que se consiguió a estas generaciones, dejaron de existir desafíos reales que se unen al ocio abundante, lo que generó la pérdida de la objetivación de un sentido en nuestras vidas.

Las incoherencias son tan frecuentes que no logramos ver la enorme degradación del mundo. Quizá ese sea el resultado de un presente inmejorable, donde, ya no existe el muro de Berlín, aquellas dictaduras lacerantes o el impedimento de la libertad de expresión. En cambio, tenemos un momento histórico, donde el exceso se radicaliza.

Los pecados capitales se celebran. Así tenemos excesos en todo: Desde la comida, hasta el entretenimiento, y se puede convivir con aberraciones como guerras en Ucrania y medio Oriente, amenazas sobre el estallamiento de bombas nucleares, y, atentados contra uno de los contendientes del país más poderoso del mundo. 

Es un carnaval que no nos incomoda, en absoluto. Se ha impuesto la superficialidad, mediante el intercambio de ideas banales e intrascendentes. Lo importante es relegado, por lo estridente. 

Por eso la charla de programas de radio, y diversas plataformas de medios, discurre, bajo el telón de que los 40 de hoy son los nuevos 30, lo que acaba por imponer una eterna adolescencia, evadiendo la adultez, para privilegiar la irresponsabilidad o el cometer actos superfluos, bajo la mirada excusable, en lugar de aspirar al periodo de realización y plenitud, donde legamos experiencia y afrontamos responsabilidades.

De esa forma, se torna soberbia la irrealidad, dependiente de la tecnología, que manejan ingenieros, y que en nada engrandece el conocimiento de aquellos que sólo la utilizan como medios de entretenimiento. 

La preocupación de hoy se centra en parecer jóvenes, en disfrutar el café de marca, el día de pago, en llamar “cool”, todo lo que evidencia la pobreza laboral, como el compartir alojamiento, comer alimentos de pobre valor nutricional a precios inflados, endeudarse con espectáculos caros, a los que llaman inmersivos; o en comprar a plazos insumos no duraderos. 

Así, podemos comprender, la percepción distorsionada, que actualmente se tiene del dinero, ya que se ha perdido la secuencia general de la pirámide de Maslow, donde el ingreso debería privilegiar la alimentación, la seguridad individual y familiar, para después entrar a cuestiones como lo interpersonal, el autorreconocimiento y el éxito.

El problema es que lo prioritario se ha difuminado, y en muchas ocasiones se confunde el orden a seguir, colocando al éxito económico, como primer escalón, con lo cual nos olvidamos de la autorrealización 

La pandemia de depresión o ansiedad están originadas en nuestra nueva forma de vida, donde no se aspira a incrementar los valores de autopercepción y aceptación, lo que impide entender que existen circunstancias que son parte de nuestros caminos y pueden obstaculizar las aspiraciones que tenemos tales como: la muerte de un familiar, una discapacidad o enfermedad, la necesidad de dejar el empleo por cuidar a un ser querido, o bien, simplemente la imposibilidad de encontrar un trabajo que genere la percepción económica que se aspira. Lo que provoca una enorme frustración.  

Ante esta exigencia, los más jóvenes se identifican, y anhelan estar en espacios donde el éxito, vinculado al dinero, parecen estar asegurados de la forma más surrealista, dejando de importar la salud, el respeto a tu cuerpo o bien, la seguridad de tu persona. De esa forma, muchos delincuentes tienen reconocimiento, admiración y claro está, seguidores.

Ahí tienen al “Bart” y “Los Chapitos”, o también exhibiciones en lugares públicos de sexo explícito para tener una audiencia que incremente la monetización de redes sociales. 

Lo que no se alcanza a distinguir es que ese tipo de acciones no alivia las necesidades más importantes del ser humano con la vida, su sentido. 

Muchas de las personas que hoy plantean su vida con base en modelos apócrifos de éxito serán alcanzados por una baja abrupta en el ámbito laboral, a partir de los 45 años, cuestión que se empieza a observar en las referencias del INEGI  https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2024/IOE/IOE2024_06.pdf 

Un circuito que claramente, operará en contra de los que hoy se conocen como Millenials, pues en su tiempo entrarán a las tasas de desempleo, en plena edad productiva, por lo cual, de no cambiar esta tendencia, muchas personas ubicadas dentro de este espectro etario caerán en pobreza laboral o desempleo. 

¿Y tú, sigues creyendo que la juventud es eterna?

POR SARA MORGAN
@MORGANSAREL
CONSULTORA LABORAL
DIRECTORA DE EQUITY JOB LAB

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