SINESTESIA

Un Siglo Sin Kafka

A un siglo de su muerte, el término kafkiano ha dejado de ilustrar circunstancias con cualidades absurdas para convertirse poco a poco en un estado de conciencia perpetuo

OPINIÓN

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Tomás Lujambio / Balones y pelotas / Opinión El Heraldo de México
Tomás Lujambio / Balones y pelotas / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Al igual que Vincent Van Gogh, Franz Kafka fue un artista sumamente talentoso que nunca fue testigo de su éxito. Tanto el pintor como el escritor fallecieron con la sombra de la duda sobre su obra, creyendo que habían fracasado.

El mismo Kafka mantuvo sus obras encerradas en un buró durante años e incluso llegó a dar instrucciones a su amigo Max Brod para que las quemara tras su muerte. Sin embargo, por fortuna del mundo, la autenticidad de sus escritos no sólo permanece intacta, sino que continúa reverberando en pleno siglo XXI. 

A un siglo de su muerte, el término kafkiano ha dejado de ilustrar circunstancias con cualidades absurdas para convertirse poco a poco en un estado de conciencia perpetuo.

Es decir, su obra no solo permite al lector sumergirse en situaciones absurdas a sana distancia de ellas, sino que también le brinda las herramientas para identificar lo absurdo que puede ser el mundo incluso fuera de los confines de la página.

De algún modo, Kafka no muestra su destreza literaria en proponer sentidos, sino en el desmontaje de los mismos: tanto sus novelas como sus cuentos nos conducen por preguntas sin resolución, viajes sin destinos y laberintos sin salida que nos confrontan con la incertidumbre de la vida.

Por ello, es inevitable reflejarse en los personajes de Kafka; nosotros, al igual que ellos, también nos enfrentamos a un mundo que exige productividad, obediencia y cordura incluso en las circunstancias más absurdas y desfavorables posibles. 

Sin embargo, ni los elementos absurdos ni los finales ambiguos característicos de Kafka deben de ser interpretados como pruebas de su supuesto pesimismo ante la ausencia de sentido, sino más bien como incentivos para que el lector se atreva a crear sentido él mismo.

Quizá por ello, el filósofo Gilles Deleuze afirmó que “Kafka no huye del mundo, lo agarra.” Hagamos como él y agarremos el sentido, en lugar de perseguirlo en laberintos ajenos. 

POR TOMÁS LUJAMBIO

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