Era un domingo de campaña en 2021. Entre puestos recién instalados y los primeros clientes, el tianguis de la colonia empezaba a tomar forma. Me acerqué a un hombre de mediana edad para presentarme como candidata y explicarle que, a manera de contrapeso a un poder presidencial destructor, en la Cámara de Diputados nos proponíamos conseguir presupuesto para regresar programas como el Seguro Popular, a fin de que todos tuviéramos medicamentos y acceso a servicios de salud.
La respuesta de mi vecino me dejó clara la razón y el sentido de su voto: “nunca he tenido mis medicinas, pero ¿qué cree? Ahora “ustedes” tampoco las tendrán”. Escuchar la palabra “ustedes”, siempre me alerta; pienso que a los seres humanos nos gusta pertenecer, sentirnos seguros, aceptados y acompañados en torno a una causa o un afecto y que el reto del “nosotros”, es motivarnos y guiarnos en beneficio de todos.
En días pasados, escuché a Guido Lara, experto en comunicación e investigación cualitativa, cuyo estudio Sueños y aspiraciones de los mexicanos, explica en gran medida la respuesta de mi vecino en campaña y nos da luz a la oposición tras la derrota del pasado 2 de junio, para construir a partir también de la autocrítica: dada la profunda desigualdad económica que existe y persiste, en México avanzar es igualar.
Lo que resulta demoledor es que, para igualar, se ponga la vara baja, que privilegiemos como mexicanos el individualismo y que el resentimiento, por más justificado que esté ante los excesos de algunos, pese más que nuestras aspiraciones.
Los hallazgos de este estudio revelan el por qué la mayoría de los mexicanos apostaron por la continuidad de un gobierno que no entrega resultados y el riesgo de seguir mermando la confianza en nosotros como sociedad y en las instituciones: hay una baja expectativa de lo que el gobierno puede hacer por cada persona y la confianza se cifra en el esfuerzo personal y familiar, ni un centímetro más allá.
La división y la polarización, explica el especialista, es un fenómeno global, promovido por las redes sociales y los mercenarios del resentimiento, que lo usan para sus fines políticos; un mal que nos aqueja a todos y que por tanto, blinda a un gobierno autoritario que lucra con la división.
Expresiones tan clasistas como aquella de “ayer marchamos los que pagamos impuestos, mañana marchan los que viven de nuestros impuestos”, echan por la borda la posibilidad de construir un sueño común, advierte el especialista y subraya: “ No hay tonto más útil, que el que le confirma la hipótesis al enemigo”.
En México, se sabe que los abrazos para los delincuentes no funcionan, que las calles son cada día más inseguras y que nos han robado la tranquilidad, pero “eso ya pasaba antes”… También sigue pesando la corrupción, pero atempera la indignación que hoy los corruptos sean otros… ¿De verdad nos vamos a resignar?
Guido Lara explica que se defiende al INE y no al INAI, porque el primero forma parte de nuestra cotidianeidad: nos da identidad y voto de forma fácil y concreta. La cercanía y utilidad de las instituciones en nuestra vida diaria, importan.
¿Por qué no le pasaron factura al gobierno de Morena la desaparición de las estancias infantiles o las escuelas de tiempo completo? Quizá porque dos sexenios fueron poco tiempo para lograr una cobertura nacional.
Entonces, ¿por qué no salimos a las calles a protestar, cuando recortaron el programa de vacunación a nuestra niñez, que tenía una cobertura superior al 90 por ciento y hoy solo llega a uno de cada cuatro menores de edad?
Si el reto es ampliar el “nosotros” en la diversidad, pienso en un sueño y aspiración que hermana a la familia más humilde y a la más encumbrada: brindar educación de calidad a nuestros hijos, para que desarrollen su potencial y tengan libertad económica, de acción y de pensamiento.
Esta semana, con datos de la propia Secretaría de Educación Pública, nos enteramos de la baja de un millón 144 mil estudiantes de 2019 a 2023. Antes, fuimos testigos de recortes a los recursos para capacitar al magisterio, al de por sí insuficiente programa nacional de inglés, al internet en las escuelas y hasta de la desaparición de contenidos en los libros de texto.
¿Por qué no salimos a marchar unidos para exigir educación pública de calidad? Otra vez la desigualdad, que mantiene indiferentes a quienes pueden pagar educación bilingüe y de excelencia y que ahoga la voz de una mayoría, concentrada en sacar el día a día para subsistir.
La educación, como la alimentación y la salud, deberían ser los irreductibles que nos unan, la oportunidad de poner la “vara alta” para tener piso parejo y formar un gran “nosotros”… pero hoy tengo más preguntas que respuestas.
POR ANA LILIA HERRERA ANZALDO
DIPUTADA FEDERAL REELECTA
@ANALILIAHERRERA
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