Se cumplen dos años desde que comencé a escribir esta columna, y me emociona mucho celebrar este aniversario. Al mirar hacia atrás, me di cuenta de que nunca había hablado sobre “La vida lenta”, la filosofía detrás de este espacio. Así que hoy, quiero compartirles cómo una pausa inesperada me llevó a descubrir la magia de vivir despacio, transformando no sólo mis hábitos, sino también mi forma de ver el mundo, mi conexión con la naturaleza y mi felicidad.
Mi vida, como la de muchos, era muy ajetreada; corría entre comidas, cumpleaños, bodas y numerosos eventos. Sentía que cuanto más ocupada estaba, más rápido pasaba el tiempo. Poco después de escribir mis primeras columnas, las circunstancias del destino me obligaron a detenerme por completo, llevándome a un punto de destrucción tal que ya no sabía quién era. En medio de tanto caos, la naturaleza me dio un espacio de reflexión, identidad y autoconocimiento que jamás imaginé.
Viví seis meses en Valle de Bravo y fue la primera vez que experimenté este estilo de vida. Estar rodeada de tanta naturaleza me invitó a fluir con sus ciclos. Durante las tardes de lluvia sin electricidad, no me quedaba más que leer, cocinar o escribir, actividades que requerían mucha consciencia. Al principio, la falta de conexión a internet era desesperante, pero poco a poco, sentarme en la ventana escuchando música y viendo llover se convirtió en la mejor parte de mi día.
En esos momentos, la grandiosidad de la naturaleza me recordaba que en ese instante de presencia, todo estaba bien. Estar tan envuelta entre árboles y caminar a diario por el bosque me hizo recordar esta conexión profundamente humana de querer ser parte de nuestro entorno natural. Fue ahí donde decidí dedicar mi vida a proteger estos espacios que se habían convertido en mi templo.
Cuando me mudé a Boston, mi vida cambió radicalmente. Decidí sumergirme por completo en este nuevo estilo de vida. Decoré mi departamento con muebles de segunda mano, con paciencia, amor y conciencia, eligiendo piezas de buena calidad y estilo atemporal que durarían muchos años.
Aprendí a transportarme en el T train y a fluir con los horarios de la línea verde. Comprar ropa se convirtió en una búsqueda deliciosa de tesoros en The Real Real. Mis fines de semana los dedicaba a visitar el Farmers Market, tiendas de antigüedades, escuchar música mientras veía nevar o simplemente tomar té en la terraza.
Cada vez necesitaba menos cosas materiales, volviéndome más consciente de lo que verdaderamente necesitaba y comprendiendo que se necesita muy poco para ser feliz. Mis prioridades cambiaron. Mi actividad favorita se convirtió en caminar junto al río y hacer picnics los sábados. Lo que antes me hacía feliz, llenar mi agenda de eventos y reuniones, ahora me abruma.
Durante esos seis meses en los que estuve rodeada de naturaleza, sin hacer mucho más que contemplar mi existencia, sembré una semilla que dio frutos más adelante. Aprendí a apreciar la belleza de las estaciones del año. El otoño es el momento de cosechar lo que se sembró en primavera y se cuidó en verano.
El invierno es un tiempo de descanso y reflexión interior para renacer con la primavera. Me sumergí en la lectura del ciclo de las orquídeas, en la comprensión del agua y en la interpretación de los truenos. Todo este aprendizaje me llevó a adoptar un estilo de vida más sustentable desde mis medios de transporte, mis compras, mi mente, mis hábitos, mis sentimientos, incluso lo que valoraba cambió completamente.
Después de tanto ruido y destrucción, descubrí que la vida se vive mejor lenta. Los tiempos son perfectos: el invierno sigue su curso sin prisa, recordándome la importancia de valorar el renacer de la primavera. Aprendí que el gusano se vuelve líquido antes de convertirse en mariposa y que el estrés de salir del capullo es necesario para volverla más fuerte.
La naturaleza se convirtió en mi santuario y en una fuente inagotable de magia. Cuando estoy en ella realmente no necesito nada más para sentirme plena. Vivan la vida lenta, lo peor que puede pasar es que sean felices.
POR ARIADNA FUENTES
COLABORADORA
@ariadnafuug
MAAZ