HIEL Y MIEL

Guerra civil

La negación de un grave problema no hace que se resuelva, es sólo un mecanismo para rehuir las responsabilidades que a cada uno le tocan

OPINIÓN

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Tere Vale / Hiel y Miel / Opinión El Heraldo de México
Tere Vale / Hiel y Miel / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Hace unos días se estrenó en nuestro país una película que justo lleva el nombre que encabeza mi artículo: Guerra Civil. Sin ser pesimista, hay momentos en que la realidad de este 2024 se asemeja a lo planteado en esta cinta bélica y distópica.

Una segunda guerra en Estados Unidos ocasionada por la crispación y encono que se apodera de una mitad de los ciudadanos contra la otra mitad de aquel país.

Se agradece el buen gusto del director de no mencionar de cuál mitad fue la culpa original (aunque muestra a un presidente farsante y autoritario) y nos lleva de la mano por la vacuidad y atrocidad de la guerra y la estupidez que se apodera de la mayoría de los seres humanos en medio de estas situaciones límite. 

Otro de los aciertos de esta película es mostrarnos la profunda indiferencia frente a la violencia y cómo esta pasividad puede meterse en la piel de todo un país. Alex Garland, el director, nos lleva de la mano de cuatro reporteros gráficos que recorren su país en medio de un conflicto de consecuencias brutales que no tiene ni pies ni cabeza.

Basta ver la invasión de Rusia a Ucrania, la guerra entre Hamas e Israel, el nuevo diferendo entre Irán e Israel, la confrontada situación política del actual EU o la preocupante violencia cotidiana que se da en nuestro país para darnos cuenta de que esta distopía resulta cada vez menos distópica y cada vez más cercana a una realidad aterradora.

Rafael Mariano Grossi, director general del Organismo Internacional de Energía Atómica, dijo hace unos cuantos días que “sin ganas de sembrar pánico y ante las pugnas del escenario global nos estamos acercando a un conflicto nuclear”.

El aumento de las tensiones en diversas partes del mundo no ha escalado todavía a un conflicto nuclear, pero podemos decir que son una muestra de una escalada de la violencia aderezada por un número importante de factores, como el narcotráfico, y este es un asunto que nos atañe a los mexicanos directamente. 

El escenario polarizado de nuestro país nos resulta extremadamente preocupante. Estamos a menos de un mes del proceso electoral del 2 de junio y día tras día nos despertamos con asesinatos, torturados, levantados, desaparecidos, extorsionados y, desde luego, un número muy importante de feminicidios o violaciones. 

Como psicóloga y periodista, nada más lejos de mi intención que dramatizar o generar miedo ante lo que estamos viviendo, pero creo profundamente que una generosa dosis de contención de nuestras más básicas (o primitivas si usted prefiere) emociones sería muy conveniente para llegar a buen puerto en este año tan complicado para todos.

La negación de un grave problema no hace que se resuelva, es sólo un mecanismo para rehuir las responsabilidades que a cada uno le tocan o bien para no enfrentarnos a nuestros temores. Solo a los narcisistas malignos el odio les puede resultar una emoción de utilidad. No nos dejemos seducir por la atracción del enfrentamiento de unos contra otros, generada por la ambición y el autoritarismo.

Estamos a tiempo. 

POR TERE VALE

COLABORADORA

@TEREVALEMX

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