Enanismo moral y político está evidenciando el ex líder moral de la izquierda mexicana, Cuauhtémoc Cárdenas, al dar bandazos sin ton ni son, incluso ideológicos, derivados de su relación amor-odio con su alumno y ahora enterrador Andrés López Obrador.
Porque el ingeniero, otrora idealizado por trasnochados revolucionarios de caviar, como dice una cosa, dice otra. Sus más recientes gazapos los cometió en sólo 48 horas.
El pasado 8 de mayo, siete días después de su cumpleaños 90, El Universal publicó una entrevista con él, en la que anunció su voto a favor de la candidata presidencial de la cuatroté, Claudia Sheinbaum, cuya oferta es la continuidad del régimen actual y del llamado “segundo piso de la cuarta transformación”. Hasta ahí muy bien, pues es su derecho.
Pero en la misma entrevista el tres veces ex candidato presidencial afirma: “No conozco ningún documento que diga qué es la cuarta transformación, de qué va, no conozco un proyecto de nación, por lo tanto no sé qué es lo que se busque”, dijo.
En buen castellano, el personaje al que de 1988 al 2018 le endosaron virtudes de estadista de talla mundial, dará su voto a la candidata que terminará de instaurar en el país un régimen que, dice el don, ni se sabe de qué se trata ni a dónde nos llevará.
Sus pifias siguieron. Entrevistado el 9 de mayo por Oscar Mario Beteta, en Heraldo Radio, el Cuau se desmarcó de la mentira fundacional del obradorismo: los supuestos fraudes de 2006 y 2012.
“Tenemos, con todos los defectos a considerarse, una mejor democracia electoral. Puede decirse que desde 1997 para acá, no ha habido ningún reclamo ni en un proceso federal o local porque los votos se hayan contado mal”, declaró.
Significa que valida los resultados de la elección de 2006, que dieron el triunfo al panista Felipe Calderón sobre López Obrador, quien desde ese entonces ha repetido esa mentira millones de veces logrando que sus feligreses, incluida Sheinbaum, la tomen y la difundan como axioma.
Por otro lado, si como muchos ciudadanos ve una mejor democracia electoral en México, ¿por qué respalda un proyecto que el próximo sexenio intentará de nuevo desmantelar al INE, para crear en su lugar un Instituto Nacional de Elecciones y Consultas, que opere con siete consejeros electos por voto popular, sin facultades de fiscalización, y sin autonomía?
¿Y todo para qué? ¿Para salir del basurero de la historia a donde lo sumergió su entenado político que ahora lo zarandea en las mañaneras y lo tacha de “adversario político” cuando lo ve cerca de políticos de oposición?
Es por esos bandazos de don Cuau que hasta Sheinbaum, en un lapsus como el del pasado 1 de mayo, en Michoacán, tiene en la memoria más presente a su padre que a él: “El expresidente Lázaro Cárdenas del Río vivió los fraudes de las elecciones presidenciales de 2006 y 2012”?
No es culpa de la candidata, pues a diferencia del general, a Cardenitas le faltó sangre en las venas.
POR: RAYMUNDO SÁNCHEZ PATLÁN
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MAAZ