Una chaira en El Heraldo

Mexicago

Tuve el honor de ser invitada a retratar la mexicanidad en Chicago y no saben ustedes cuán sorprendida regresé

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Fernanda Tapia / Una Chaira en El Heraldo / Opinión El Heraldo de México Foto: Foto: Especial

Tras una sabrosa plática con la canciller llevada a cabo por mi compañero JAVIER Solórzano, el Heraldo decidió voltear a enlazar a nuestros compatriotas mexicanos allá del otro lado de la frontera.

Tuve el honor de ser invitada a retratar la mexicanidad en Chicago y no saben ustedes cuán sorprendida regresé. Me di a la tarea de visitar a primeras, segundas y hasta terceras generaciones de personas que se reconocen como mexicanas, aunque sean absolutamente biculturales.

Un ejemplo maravilloso es el de las Carnitas Uruapan, donde Marcos Carbajal, nos platicó cómo su padre tuvo que trabajar en las empacadoras de carne durante seis años. Cuando lo recomendado por la ley en aquellos lares son sólo seis meses, esto debido a las afecciones que este jornal provoca.

Pero que sólo de esta manera pudo abrir el primer punto de distribución de carnitas en la zona. Que por cierto se situaba enfrente del primer pequeño supermercado mexicano que básicamente atendía a los migrantes. Dos de sus compañeros de las empacadoras de carne (de origen europeo), abrieron su propia distribuidora de cárnicos y fueron los que vendieron su primer cerdo al señor Carbajal.

Actualmente tiene tres sucursales en donde SOLO se vende “para llevar” y SOLO se venden carnitas. Si acaso cuentan con salsas empaquetadas y las clásicas quesadillas fritas de sesos.

En el changarro original es donde podemos ver el letrero de los clásicos cochinitos adentro del cazo de aceite hirviendo. Dibujados con los colores saturados  y la estética ingenua que encontramos en cualquier carnicería de la esquina en nuestros barrios. Ahí se vende diariamente un cazo y medio de carnitas entre semana. Cuatro cazos los sábados y cinco cazos y medio los domingos.

Hasta el chicharrón lleva un preparado especial de la casa en donde se le sancocha para que pierda el exceso de grasa y pueda llegar a ese toque “crispy” que tanto se agradece. De hecho este RESTAURANTE está nominado a un equivalente de las estrellas (o florecitas) Michelin, pero en una clasificación de más amplio espectro.

Tampoco podía dejar de visitar a la señora de los elotes, quien tiene un puesto ambulante en la Villita. Vende el elote de vaso o esquite, pero del maíz amarillo que hay en EU.

Le agrega mantequilla derretida, mayonesa y chile “del que pica”. En las mañanas, es común ver a muchas mujeres vendiendo tamales que no sólo son solicitados por mexicanos, sino también por muchos “morenos y güeros”.

Los dos puntos de mayor encuentro mexicano son Pilstein, que viene aglutinando a la mayoría de los artistas y creadores, mientras que la Villita es para vendedores de todo tipo de necesidades mexicanas como un vestido de XV años, una piñata del Santo o del Blue Demon, una buena talacheada de llanta… y es precisamente la Villita la calle que le deja más impuestos a todo Chicago, incluso muy por encima de la calle más Fifi llamada Michigan.  

POR: FERNANDA TAPIA

DENUNCIAS@FERNANDATAPIA.COM     

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