MUJERES EN LA HISTORIA

Marie Curie

En plena Guerra Mundial organizó unidades móviles de rayos X para los hospitales militares, con lo cual ayudó a visibilizar los fragmentos de metal en los cuerpos de los soldados heridos

OPINIÓN

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Gerardo Laveaga / Mujeres En la Historia / Opinión El Heraldo de México
Gerardo Laveaga / Mujeres En la Historia / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

Cuando uno escucha la palabra científico, se le vienen a la mente la imagen de los rostros de Newton, Darwin, Pasteur o Einstein. Cuando escucha la palabra científica, en cambio, casi siempre es el de Marie Curie (1867-1934).

No es para menos. A partir de las investigaciones realizadas por Henri Becquerel, demostró que la radioactividad era una propiedad de algunos elementos como el uranio y el torio, a los cuales logró separar de la plecblenda -el mineral en el se hallaban- a través de un proceso de “cristalización fraccionada”.

María Slodowska nació en Varsovia, donde realizó sus primeros estudios. Siempre destacó por su disciplina y capacidad de trabajo. A los 24 años, se trasladó a Paris, donde obtuvo una licenciatura en Física y otra en Matemáticas. Ahí se casó con Pierre Curie

Si al principio ella aprendió de él, pronto lo superó. A tal grado, que Pierre abandonó sus investigaciones para participar en las de ella. Ambos descubrieron un nuevo elemento, al que ella bautizó polonio, evocando a su patria. Más adelante, descubrieron el radio, del que consiguieron extraer un gramo, un solo gramo, de ocho toneladas de plecblenda:

“El residuo resultó ser tan radioactivo que ionizaba el aire circundante, provocaba la descomposición del agua, producía calor y resplandecía en la oscuridad”, se lee en el Chambers Concise Dictionary of Scientits. Debieron diseñar un electrómetro para medir la radioactividad.

Ella, Pierre y Becquerel compartieron el Premio Nobel de Física en 1903. Cuando su marido murió atropellado, fue designada para ocupar su cátedra. Se convirtió, así, en la primera mujer que impartió clases en la Soborna. A partir de entonces, logró aislar el radio y el polonio en forma pura, mientras cuidaba de sus hijas.

Eve, una de ellas, publicaría más tarde La vida heroica de Marie Curie, donde cuenta el desdén que su madre tenía por el dinero (salvo el que recolectaba para financiar sus experimentos, claro) y concluye: “No tuvo el tiempo de ser para sus hijas una perfecta educadora, pero ellas recibieron el incomparable favor de vivir cerca de un ser excepcional; no solo por su genio sino también por su humanidad”.

En 1911, Marie recibió su segundo Premio Nobel, ahora de Química. En plena Guerra Mundial organizó unidades móviles de rayos X para los hospitales militares, con lo cual ayudó a visibilizar los fragmentos de metal en los cuerpos de los soldados heridos. La radiología se volvió imprescindible.

A pesar de las enormes contribuciones que hizo a la física, a la química y a la medicina, su condición de mujer le generó obstáculos invariablemente. No sólo en su vida profesional sino, también, en su vida sentimental. “Estoy enfurecido por la manera tan vil en que el público se atreve a ocuparse de usted”, llegó a escribirle Einstein: “en lo personal, admiro su talento, empuje y honestidad”.

Cómo nunca tomó precauciones al trabajar con materiales radioactivos -no había forma de saber entonces qué tan dañinos eran éstos-, no sólo acabó con las manos quemadas sino que contrajo una leucemia que provocó su muerte.

POR GERARDO LAVEAGA
PROFESOR DEL ITAM

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