No requiere una búsqueda exhaustiva encontrar los siguientes comentarios o parecidos tras el reciente asesinato de Brian Thompson, CEO de la aseguradora de salud UnitedHealthcare en Nueva York: "Casi muero y necesitaba una cirugía de emergencia. United me negó la cobertura durante mi estancia porque el personal del hospital me transfirió a un cuarto privado en lugar de uno compartido." - "Como diabético que ha utilizado su seguro, admito que mi empatía es casi nula."- "Actualmente tengo una deuda por las cuentas médicas que United se niega a cubrir... son lo peor." - "Me sorprende que haya tomado tanto tiempo para que uno de ellos fuera asesinado."
Estos testimonios provienen de personas a quienes se les negó cobertura médica. El caso derivó en la socialización de estas experiencias y expresaran su descontento con el sistema de aseguradoras en Estados Unidos.
El asesinato de Thompson no generó simpatía. ¿Por qué habría de generarla? Su muerte motivó a muchos a compartir historias con la misma temática: las vidas de millones quedando sujetas a decisiones basadas en el valor monetario establecido por la aseguradora. Para varios, el caso evocó recuerdos de quienes sufrieron por las políticas de dicha empresa. Algunas voces han denunciado esta aparente "celebración" del suceso, sin comprender las razones detrás de la apatía que genera la muerte de alguien cuya fortuna provino del monopolio sobre la vida y la salud.
Hasta el momento de escribir este texto, no se ha identificado al responsable. Hay varias hipótesis al respecto. Muchos prefieren creer que fue un acto de venganza, posiblemente de alguien a quien le negaron la cobertura médica en una situación crítica, convirtiendo esto en una narrativa donde la gente común se levanta contra los abusos corporativos. Esta versión resulta más atractiva que la posibilidad de un asesino a sueldo contratado por terceros con intereses desconocidos.
El acontecimiento tuvo una clara dimensión política: ocurrió a plena luz del día, en un espacio público, y los casquillos de las balas contenían las palabras "Deny, Defend, Depose" (denegar, defender y destituir o deponer). Algunos vincularon este mensaje con el libro "Delay, Deny, Defend" de Jay M. Feinman, que analiza cómo las aseguradoras priorizan el capital sobre las vidas de sus clientes. El perpetrador habría hecho un juego de palabras, sustituyendo "Delay" por "Depose", aludiendo al asesinato. Esta interpretación ha ganado considerable credibilidad.
Este caso despierta fuertes sentimientos, no por simpatía hacia la víctima, sino por la compleja y depredadora relación de las aseguradoras con sus asegurados. Más allá de las motivaciones detrás del asesinato, el suceso ha generado sus propias narrativas, las cuales obligan a reconsiderar el valor monetario que determina la línea entre la vida y la muerte.
POR IGNACIO ANAYA
COLABORADOR
@Ignaciominj
MAAZ