LA ESCENA EXPANDIDA

Cuerpos urbanos en el caos citadino

Las calles del Centro Histórico no sólo están vivas por el trajín diario de los transeúntes, también por el virtuosismo de jóvenes bailarines

OPINIÓN

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Juan Hernández / La escena expandida / Opinión El Heraldo de México
Juan Hernández / La escena expandida / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Los había visto varias veces. La mayoría de ellas en el crucero de Morelos y Bucareli, en el centro de la Ciudad de México. Después los empecé a observar en diferentes calles de la alcaldía Cuauhtémoc. Jóvenes de caras sonrientes, pero de cuerpos fuertes. Haciendo break dance, parkour, giros de cabeza y breves espectáculos de súper héroes. Impresionante, pensaba, al percatarme de la dificultad técnica, del duro entrenamiento detrás de aquellas destrezas físicas que los ejecutantes logran que parezca algo sencillo de hacer.

Si se tuviera que definir lo que hacen, diríamos que es arte en la calle, o danza callejera, pero eso implicaría desafiar los prejuicios que implica todo aquello que es identificado como callejero. Y eso lo saben ellos mismos, que, al ser interrogados, aseguraron que trabajar en el espacio público es una elección y se hace para ofrecer un momento de gozo a los estresados transeúntes o automovilistas entrampados en el caos, por lo que hacen caso omiso a las provocaciones.

A veces algunos citadinos les dan una moneda y les dicen: “Pero no te lo gastes en drogas”. Ellos lo cuentan con risas. Detrás de cada uno hay una historia diferente y, en general, el dinero que llegan a recaudar les alcanza para supervivir dignamente. Es un trabajo, no es mendicidad. Porque para hacer lo que ellos hacen, se deben dedicar horas al entrenamiento, dormir bien, comer bien y, sobre todo, disfrutar lo que hacen.

Foto: Juan Hernández

Uno de los jóvenes llegó a trabajar en teatros formales, pero no se sentía libre, no podía expresarse, su identidad, dice, era acotaba por las exigencias de la escena formal, aunque sí reconoce la sensación única de la relación con el espectador en aquel ámbito.

Para la mayoría descubrir la cualidad del cuerpo como medio de expresión fue trascendental, porque al experimentar el lenguaje corporal y la manifestación de una identidad auténtica a través de él, fue el mayor hallazgo de su vida. Descubrieron la libertad.

Mientras estamos con ellos, los automovilistas les gritan: “¡ A qué hora van a bailar!”. Ellos voltean y mueven la pelvis, y sonríen con amabilidad.

Edwin Bravo (IG: @its_gohan08) es venezolano, tiene 20 años, y a su corta edad ya ha vivido el fenómeno de la migración. Primero llegó a Colombia y luego a México. Cuando lo cuenta lo dice como si solo hubiera dado un salto y ya estuviera acá. No hay queja, por el contrario, comenta que llegar a México fue un paso más en su vida, “porqué ya sé lo que es llegar a un lugar nuevo, sin conocer a nadie, sin tener en dónde dormir, y tener que aprender a andar en el transporte”. Supervivencia.

Los demás del Grupo Union of Countries, como se hacen llamar, son mexicanos: Aroll Castelán (IG: @arollamazingcrew), igual que Edwin hace break dance y, además, con lo que recauda de su trabajo en la calle se paga la carrera en Turismo; Alejandro Córdoba Raleigh (IG: @coskacho), se viste de Spiderman y hace malabares y giros de cabeza; Efraín Ibarra Alfaro (IG: @efrain_ibalfa) se especializa en acrobacias y cuerda suiza; y Erik López (@erikjulp_) hace parkour. Juntos se apropian de las calles, pero también trabajan en fiestas infantiles y de todo tipo para ganarse la vida.

Tal vez no lo sepan, pero para el automovilista y el transeúnte que siguen rutinariamente la misma ruta, encontrarlos en un crucero, es un deleite, un momento que les hace sonreír, pero, sobre todo, un fenómeno que desautomatiza su percepción. Las habilidades físicas de los jóvenes les devuelven a esos seres humanos andantes la consciencia de su humanidad. La labor del Grupo Union of Countries tiene una repercusión contundente en el entorno social, urbano; y su práctica, además de estética, es política. Esos cuerpos rebeldes, que se arriesgan a expresarse sin red de seguridad, que muchas veces son mal vistos por su aspecto o por estar en la calle, transforman el espacio público y se lo devuelven a sus habitantes. Lo descontaminan y le dan una bocanada de aire al asfixiado citadino ensimismado en la enorme y caótica metrópoli.

Estos jóvenes de miradas inquietas, de cuerpos fuertes y de virtuosismo físico, constituyen una estética de lo cotidiano, y le dan a la calle una dimensión artística. Su escenografía son los edificios, los monumentos, las banquetas, los automóviles… La iluminación: la del sol y las sombras de los árboles o de las estructuras de concreto que se levantan como gigantes en el corazón de la ciudad. Ellos entran a escena y, en minutos, lo cambian todo. Su libertad corporal le recuerda al transeúnte y al automovilista sonreír: Disfrutar de esa libertad que también es suya.

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POR JUAN HERNÁNDEZ 

COLABORADOR 

TW: @ISLAS33 / IG: @JUANHERNANDEZ4248

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