COLUMNA INVITADA

Nada

Por primera vez en la CDMX se da un peso sumamente trascendente a la salud mental

OPINIÓN

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Menelich Castilla / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de México
Menelich Castilla / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

Cuando Janne Teller (Copenhague, 1964) escribió "Nada" (Seix Barral, Dinamarca, 2000), aún no había ocurrido el salto cuántico que significó la aparición de las redes sociales y su capacidad de modelar el comportamiento de nuevas generaciones de jóvenes.

En la trama de "Nada", un grupo de adolescentes cae en la provocación de los planteamientos existencialistas de su compañero de clase, Pierre Anthon, quien, al abandonar la escuela, se dedica a pregonar, trepado en las ramas de un ciruelo, que la vida no tiene sentido; que es gasto innecesario de tiempo y esfuerzo, pues a la nada vamos. “Se va a la escuela para después tener trabajo, y se trabaja para tener tiempo para no hacer nada. ¿Por qué no hacerlo desde el principio?”

El afán de los jóvenes por demostrar a Anthon que la vida tiene significado es tal, que se proponen apilar una serie de objetos que les diera la razón. El montículo del “significado” lo conforman cosas inimaginables y distintas entre sí. Su obtención los lleva al extremo y ese es el punto medular de la historia y su desenlace.

Distante a la obra de Víktor Frankl, "El hombre en busca de sentido", aunque cercana en esencia al reconocer que un propósito es fundamental para la supervivencia y el bienestar, “Nada" coloca en el centro del debate un aspecto de vigencia indiscutible: ¿a qué otorga valor la sociedad contemporánea, particularmente la juventud?

"Likes" y filtros que corrigen defectos en segundos, creando una nueva imagen en el mundo virtual, son signos de nuestro tiempo; falsos valores incentivan endebles proyectos de vida y banalizan las aspiraciones de muchos jóvenes: dinero fácil, fama (que no prestigio), violencia y crimen como eje de entretenimiento, sexualización a temprana edad, romantización de delincuentes y un largo etcétera, se asemejan a las arengas fatalistas de Pierre Anthon desde el ciruelo.

Es en la pérdida de propósito y significado -o en su extravío- donde ha surgido un segmento generacional que opta por lo fugaz. “Más vale un año como rey que una vida de rodillas”, dicen. ¿Cómo oponer resistencia al discurso que promueve falsas alternativas de éxito? ¿Cómo rescatar de las garras del conformismo y el desencanto a quienes han hecho propia esa hoja de ruta?

¿Qué colocaría usted, amable lector, lectora, en su pila de cosas con significado? ¿Qué cree que aportarían sus seres queridos y aquellos que conforman su entorno? ¿Tenemos en claro nuestro propósito y estamos dispuestos a defenderlo?

Las políticas públicas enfocadas a reconstruir el tejido social carecen del antídoto contra la permisividad que atenta desde frentes diversos contra proyectos de vida basados en ética y principios. Cualquier intento por corregir el discurso se desacredita por “atentar contra las libertades”. Libertades que, dicho sea, no se han reflejado en mejores sociedades.

En “Nada”, el desenlace no alimenta el optimismo. ¿Seremos capaces en la vida real de dotar de significado nuestro andar?

Un cambio favorece la búsqueda de significado. Como sociedad, tenemos una posibilidad y debemos aprovecharla. Es tiempo.

(P.D. Agradezco a El Heraldo y a su director, Franco Carreño, el espacio quincenal que se reanuda con esta colaboración).

POR MANELICH CASTILLA CRAVIOTTO

COLABORADOR

@MANELICHCC

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