COLUMNA INVITADA

Lo que deja un pérdida: ausencias y presencias

Hay una frase ya algo cliché que dice: “Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde”. Como sucede con muchas de esta naturaleza, encierra algo de verdad

OPINIÓN

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Ignacio Anaya / Colaborador / Opinión El Heraldo de México
Ignacio Anaya / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Hay una frase ya algo cliché que dice: “Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde”. Como sucede con muchas de esta naturaleza, encierra algo de verdad. Sin embargo, también considero que no es del todo honesta. Yo la reformularía o, mejor dicho, reescribía así: “Sé lo que perdí porque su ausencia me deja un vacío para siempre”.

Los momentos de ayer se transforman; pasan de ser vestigios en el caos que llamamos pasado a memorias cuya función no me queda del todo clara. Son recuerdos dulces que corren en paralelo a la tristeza de saber que aquello jamás volverá.

El primero de noviembre falleció de manera repentina mi abuelo materno. Fue un duro golpe, pero no fue sino hasta que recordé los desayunos con él —siempre listo para tomarse un café con la primera persona que despertara— que rompí en llanto ante la muerte de alguien tan especial en mi vida, una despedida que desde mi ingenuidad veía imposible. Esas experiencias nunca volverán a repetirse; solo quedarán grabadas en las imágenes que guardo de ellas. Hasta hoy me cuesta creerlo.

Termina el 2024 y comienza un nuevo año. Para muchos, este momento es el fin de algo y a la vez un comienzo, un borrón y cuenta nueva. No obstante, nada queda realmente atrás: siempre existe el recuerdo, a veces oculto, pero nunca borrado. Quiero aprovechar estos días para pensar en quienes nos dejaron en el transcurso de este año; en las y los muertos que partieron y dejaron un hueco en nuestras vidas.

Siempre recordamos la fecha en que falleció esa persona. Ausentes y presentes al mismo tiempo, este es el fenómeno paradójico que caracteriza a la muerte. Partieron de la vida como la conocemos, pero no podemos dejar de tenerlos en nuestros imaginarios, memorias, nostalgias, melancolías, sentimientos y recuerdos. Incluso el olor que dejaron impregnado en la ropa que usaban o en sus objetos cotidianos adquiere un significado más profundo. ¿La pérdida tiene un olor? Sí, lo tiene. La ausencia se ha convertido en la atmósfera que domina el espacio afectado por su partida.

Mi último escrito de este año lo dedico a las y los muertos cuyas ausencias siguen presentes hasta hoy. No terminaré con una frase moral o motivadora, pues ese no es mi estilo. Volviendo al dicho del inicio de este breve texto, solo quiero reiterar que las pérdidas nos duelen porque tuvimos a personas que dejaron algo en nuestras vidas y fuimos plenamente conscientes de ello. Ahí radica el verdadero acto de presencia del dolor.

POR IGNACIO ANAYA

COLABORADOR

@Ignaciominj

MAAZ