Al Doctor Patán le emocionó comprobar que la primerísima mente científica del Primer Piso de la 4T, la camarada Elenita, había roto su silencio, luego de abandonar Conacyt para entregarse de nuevo, es un razonable suponer, a la academia. Cómo no iba a hacerlo. México, sometido otra vez a la bota imperialista, perdió por goleada en el pánel del TMec sobre el maíz transgénico, la bestia negra de la camarada, que hace ya muchos años que, con una dignidad revolucionaria de la que andábamos urgidos en la era neoliberal, empuñó la espada de San Jorge para enfrentar al dragón de la globalización elotera. No, no la espada: el machete.
Aquí su Doctor no se especializa en asuntos agrícolas y, debo confesarlo, he vivido en un riguroso alejamiento de la milpa y sus muchas bendiciones, cosa que hasta que escuché a la camarada me parecía irrelevante, pero, como persona dedicada a asuntos médicos, entiendo algo sobre la estructura del pensamiento científico, que es muy flexible, y puedo decirles que mi Elenita ha emprendido esta cruzada con una forma inapelable de eso, el espíritu científico, que es la forma de izquierdas. No tengo pruebas, pero me gusta pensar que tuvo nuestra Lysenko una Epifanía soviético-zapatista. Caminando por Amatlán, pueblo mágico lleno de autenticidad, topó con una parcelita llena que de sus quelites, que de sus tomatillos chiquitines pero llenos de sabor y, sobre todo, que de sus mazorcas multicolores, retorcidas, con casi la mitad de los granos en calidad de comestibles, y ¡bum! La iluminación. “Este es mi México –se habrá dicho–. Hay que defenderlo. El maíz transgénico lleva en sí la esencia maligna del imperialismo. El gen mortal de las multinacionales. La marca del Satanás burgués, avaricioso y aspiracionista”. Y no ha parado. “El elotl vive, la lucha sigue”, remató, y se fue a la resistencia.
Me conmueve. Qué bueno que tengamos una estajanovista de la lucha por la pureza de nuestro carbohidrato identitario. Ahora, como ya sentenció la presidenta, y como ya le hizo segunda el doctor Monreal, es hora de hacer de esto una causa común. ¿En Palacio Nacional? Sí. ¿Entre los diputados y senadores? Obvio. Pero hay que legar más lejos. El pueblo completo tiene que hacer frente al capitalismo global en un “todos a una” lleno del color de la tierra mexicana. Es, le parece a su Doctor Patán, la hora de la guerra popular prolongada contra el mal elote. Será cruenta, pero algún día sonreirán de nuevo nuestros comales y los campos formarán otra vez imágenes onda Diego Rivera, con mazorcas sanísimas que nos sonríen como niños indígenas felices porque han logrado sacudirse las cadenas.
A su Doctor se le acaban de antojar unas quecas. ¿Alguien sabe dónde venden unas libres de contaminantes, pero que no sean de las de la Roma, de a 300 pesos la pieza?
POR JULIO PATÁN
COLABORADOR
@JULIOPATAN09
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