Doña Petronila, Eulogia, Inés y Licha, acompañados de don Longinos, Germán, Geroncio y Aquilino, encabezaban la novena posada, la cual representa los nueve meses de gestación del nacimiento de Jesús por parte de la virgen María; atrás, una estela de niñas y niños los acompañan, los siguen, como polluelos con la gallina, van felices, contentos, desbordando alegría, cada uno con sus velitas encendidas, otros con luces de bengala cantan: los pastores a Belén corren presurosos, llevan de tanto correr los zapatos rotos…ay ay ay que alegres van y volverán….
De acuerdo al texto "Mosaico Navideño" escrito por Tina G. Mondragón en Crónicas y leyendas mexicanas: “Corría el año del Señor de 1587, cuando se celebraron las primeras posadas en México. El convento de Acolman, de los agustinos, fue la escenografía para el convite litúrgico. Y se cuenta que fue el fraile Diego de Soria, superior del lugar, quien solicitó ante la Santa Sede permiso para celebrar anualmente un novenario del 16 al 24 de diciembre”.
Más aún, agrega Mondragón, “Hay que decir que la primera Navidad celebrada en nuestro país sucedió en la Ciudad de México en 1528, precisamente bajo la organización de fray Pedro de Gante… Esa primera Navidad de 1528 se celebró en el convento de San Francisco El Grande, en la Ciudad de México”.
El extraordinario cronista Antonio García Cubas nos relata en su volumen El libro de mis recuerdos, en su apartado "Las posadas": “Esta festividad constituía la época más alegre y animada del año, y con razón, como que es aquella en que se celebra el acontecimiento más grato que registra los fastos de la humanidad: la venida del Salvador… En ningún acto, tanto como en ésto, ha de tratarse de unir estrechamente lo humano con lo divino”.
Los peregrinos llegan a la casa asignada a pedir posada; invade el aroma a ponche, atole, tamales, champurrado; el canto inicia: En el nombre del cielo os pido posada, pues no puede andar mi esposa amada…. La respuesta no se hace esperar: ¡Entren, santos peregrinos, reciban este rincón, que aunque es pobre la morada, os la doy de corazón!.
Después de repartir los antojitos, viene el romper la piñata. No quiero oro ni quiero plata; lo que yo quiero es romper la piñata, rebosante de cacahuates, mandarinas, dulces, galletas de animalitos, pedazos de caña, entre otros. El griterío, el alboroto de los chiquillos no se hace esperar; todos quieren primero, “yo, yo, yo…”
Encontramos en el libro Tradiciones navideñas Axa 1990, sobre el origen de la piñata refiere que durante los días perdidos Nemontemi, cuando los espíritus de sus antepasados volvían a casa, las familias se alejaban de sus chozas para ser encontradas y reconocidas por éstos. En esas huidas visitaban parientes o amigos llevando para el camino ollas con provisiones que, por ser pesadas e incómodas, los niños rompían al regreso para no ir cargándolas.
Es Nochebuena; don Alfonso Reyes escribe en su cuento Fuga de Navidad: “De noche, bajan las estrellas. Nada hay mejor que el cielo donde cuelgan ángeles y juguetes para los niños”.
CITA: Esta festividad constituía la época más alegre y animada del año, y con razón, como que es aquella en que se celebra el acontecimiento más grato que registra los fastos de la humanidad: la venida del Salvador
POR RUBÉN MARTÍNEZ CISNEROS
COLABORADOR
MAAZ