Se dice que la diferencia entre Estados Unidos y México, en términos de su federalismo, es que, mientras que en el primero la autonomía de los estados precedió al Estado central, en México, el Estado central precedió a los estados. Esto no es del todo cierto. En México las regiones siempre han sido unidades geopolíticas y culturales muy enteradas de su autonomía e identidad.
Esto se ve claramente en la gran diversidad de expresiones artísticas, culinarias y sociopolíticas de las entidades federativas que conforman el gran mosaico que es México.
Hay que decir que, a pesar de esta diferencia cultural, sí existe en nuestro país una identidad mexicana. Todavía, hasta la fecha, un yucateco, un veracruzano o neoleonés se saben también mexicanos, si bien la intensidad de este patriotismo mexicano varía de lugar en lugar.
Todo esto es importante tomarlo en cuenta porque últimamente ha habido expresiones de descontento en algunos gobiernos y poblaciones de ciertos estados de la República. Se habla incluso de que ciertas personas están promoviendo un plebiscito para que Nuevo León se convierta en un estado independiente de México. Por ahora, esto no pasa de tentativas de ciertos grupos. Sin embargo, no es imposible que en el futuro estas iniciativas comiencen a proponerse mucho más en serio.
Que esto pudiera suceder no está lejos del alcance de la imaginación debido en parte a la tendencia cada vez más obvia del centralismo político mexicano.
Mucho se ha hablado de un nuevo pacto fiscal en México. Pero es la hora de que éste no se ve concretado de acuerdo a lo que un federalismo fortalecido dictaría. Hoy los estados, en su conjunto, reciben menos de una tercera parte del gasto federalizado.
Algo que se debe empezar a pensar es cómo los estados pueden comenzar a obtener sus propios ingresos vía impuestos, pues por ahora ellos dependen de las transferencias del poder central más que de su propia dinámica económica, si tomamos en cuenta la cifra absoluta. Por supuesto que los estados más ricos tienen mayor capacidad de recaudación fiscal que la de otros, sobre todo los estados del norte del país. Algunas poblaciones de estos estados sienten que financian a otras regiones sin recibir nada a cambio.
En este sentido, la intuición del presidente anterior y la de la presidenta actual de promover el desarrollo del sur y sureste mexicano, no es mala idea. De eso se trataba, en parte, la construcción del Tren Maya, aunque por ahora no se sabe qué tan grande será el beneficio para los habitantes de la región.
Más importante aún es el proyecto del Tren Transístmico al que no se le ha brindado la importancia estratégica que requiere. Sabemos que, al menos en la intención, que el gobierno tiene planeado un proyecto de infraestructura a lo largo de la vía que supuestamente conectará el Pacífico con el Atlántico. No sería mala idea que el gobierno planteara más claramente cómo va este plan.
De cualquier forma, el porvenir de México, como un todo, está ineludiblemente conectado con el desarrollo de sus regiones.
POR GUSTAVO DE HOYOS WALTHER
Abogado, activista y legislador en la Cámara de Diputados
@GDEHOYOSWALTHER
MAAZ