En un completo estorbo se ha convertido Alejandro Solalinde para el segundo piso de la cuatroté. Sobre todo para la estrategia migratoria que busca echar a andar la presidentA Claudia Sheinbaum con miras a evitar caravanas de indocumentados que incomoden al presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump.
El ensotanado pasó de ser un personaje útil al régimen de Morena a un apestado, al que ahora buscan mantener a raya, congelado y sin la capacidad de acción que tuvo para movilizar por territorio nacional, a principios del sexenio pasado, a rebaños de centroamericanos y haitianos, para que su mesías los usara como moneda de cambio ante la Casa Blanca.
Su función durante los primeros días del gobierno de Andrés López era promover las caravanas de indocumentados, mostrarles las rutas para evadir a las autoridades del Instituto Nacional de Migración (INM), y darles santo y seña de lugares donde podían hacer escala sin arriesgarse a redadas oficiales o del crimen organizado.
No es gratis que el excomisionado de Migración, Francisco Garduño, se refiera a él como “el pollero de Dios”. Incluso, otros que ocuparon altos cargos en la administración de López tachan al cura hasta de “halcón”, porque avisa a quienes dirigen las caravanas en qué puntos hay retenes de control migratorio.
Además, le atribuyen la paternidad de las dichosas “visas humanitarias” que se repartieron desde diciembre de 2018, y de la política de “fronteras abiertas” con la que se dejó ingresar al territorio a todos los migrantes, lo que en marzo de 2019 derivó en un conflicto con Trump, quien amagó (como ahora) con imponer aranceles a productos mexicanos si no contenía la migración.
Ahí inició el pleito de Solalinde con el INM, particularmente con Garduño, quien asumió el cargo en junio de 2019 con la instrucción del entonces presidente López de reducir significativamente los flujos migratorios para evitar los aranceles.
No sólo eso: un reporte del Congreso de EU reveló que los gobiernos de López y el de su antecesor, Enrique Peña, recibieron 176 millones de dólares para contener la migración. Detalla: “Desde 2019 hasta el final de su mandato, López Obrador adoptó una línea más dura que sus antecesores hacia la migración, en parte debido a la presión de las administraciones de Trump y Biden”.
Solalinde aprovechó esa coyuntura y su derecho de picaporte en Palacio Nacional para echar lodo al INM, presionar a la Presidencia para desaparecerlo y crear en su lugar su soñada Coordinación Nacional de Asuntos Migratorios y Extranjería.
Ente que estaría integrado por representantes de la Segob, la Cancillería, las iglesias, la CNDH, el Conapred, ONG y las Fuerzas Armadas. Todos dirigidos por un católico que no pertenezca a la jerarquía, “una persona muy querida por los migrantes”, además de “intachable”. O se él.
Sueño que fracasó y que sólo incrementó el rencor del “pollero de Dios” con el INM, al que no se cansa de denostar. En una entrevista con Alberto López, reportero de El Universal, Solalinde soltó su lengua viperina contra el nuevo comisionado de Migración, Salomón Céspedes.
“Personalmente dudo que el nuevo comisionado del INM, Sergio Salomón Céspedes Peregrina, tenga la experiencia para transformar y oxigenar la vida de este organismo”.
También lanzó veneno contra Ardelio Vargas Fosado, subsecretario de Desarrollo Político, a quien señaló como “el represor de los campesinos de Atenco; de la APPO en Oaxaca y de los pueblos de la Sierra Norte de Puebla”, según asienta el reportero.
No se da cuenta Solalinde que es ya peso muerto para la cuatroté, y si aprendiera de la experiencia sabría que cuando Trump amaga con aranceles, el gobierno mexicano endurece sus políticas migratorias y acota a los polleros, así sean afines al movimiento o consentidos de quien se dice retirado en Palenque.
POR: RAYMUNDO SÁNCHEZ PATLÁN
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PAL