Una de las mejores novelas de ficción política, en mi opinión, fue la obra de George Orwell 1984, inspirada en los totalitarismos del siglo XX, y que giraba en torno a la omnipresente vigilancia de los ciudadanos por parte de un “hermano mayor”.
Actualmente, quienes nos vigilan y conocen los detalles de nuestras vidas son los gigantes tecnológicos que se apropian de nuestros datos personales como consecuencia de la comercialización en Internet.
En un reciente estudio del Centro de Inteligencia Artificial (IA) de la Universidad de Stanford, dirigido por Jennifer King, se advierte que los sistemas actuales de IA están multiplicando los riesgos a la privacidad. Por ejemplo, las herramientas de IA generativa entrenadas con datos extraídos de Internet pueden memorizar información personal sobre las personas, así como datos sobre sus familiares y amigos.
La diferencia con respecto al pasado es la escala, ya que los sistemas actuales de IA están ávidos de datos y son poco transparentes, lo que nos complica tener control sobre la información que se recopila y, menos aún, saber para qué se utiliza, ni cómo podemos corregir o eliminar dicha información personal
Los datos son la materia prima de la IA y la fuente de su poder. Por tanto, es prácticamente imposible que las personas que utilizan productos o servicios en línea escapen a la vigilancia digital sistemática.
Uno de los instrumentos más importantes sobre la protección de datos está representado por las Directrices de Privacidad de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Las directrices se enfocan en la protección de datos personales, fomentando prácticas justas de información, con el fin de garantizar su seguridad y transparencia.
Otro referente significativo es la Ley de Inteligencia Artificial de la UE (2024) que prohíbe utilizar sistemas de IA que puedan causar daños físicos o psicológicos, y establece la exigencia de transparencia en sistemas de alto riesgo y la protección de datos personales.
No obstante, según el estudio citado, ahora nos encontramos al inicio de la era de la IA, por lo que las regulaciones nacionales e internacionales vigentes van detrás de los avances tecnológicos.
Aún cuando las leyes de protección de datos personales influyen en el uso de los sistemas de IA, estas son una reacción a los modelos de negocio del pasado, no del futuro. Consecuentemente, las legislaciones actuales responden a las amenazas a la privacidad del internet comercial que tenían lugar antes del despliegue de las nuevas tecnologías de IA.
Como lo comenté en una columna a principios del año, se confirma nuestra indefensión frente a las plataformas digitales que se apropian de nuestra privacidad, lo que contraviene un principio fundamental de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU: “Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación”.
POR CARLOS DE ICAZA
@CARLOSDEICAZA
EMBAJADOR EMÉRITO Y EX SUBSECRETARIO DE RELACIONES EXTERIORES
EEZ