En un mundo cada día más convulso, con bloques geoeconómicos cada vez más marcados, analizar y acertar en el rumbo que debe tomar la economía europea, es clave para la Europa de 2050.
Una realidad cada vez más evidente es que Europa está perdiendo terreno en términos de competitividad en comparación con las empresas de otras áreas económicas, como Estados Unidos y China, algo especialmente relevante en el sector tecnológico: 36 de las 50 empresas tecnológicas más importantes del mundo son estadounidenses.
Europa está atrapada en una estructura industrial estática, con pocas compañías innovadoras que desarrollen nuevos motores de crecimiento. De hecho, no hay ninguna empresa europea con una capitalización superior a los 100.000 millones de euros que se haya creado desde cero en los últimos 50 años, mientras que las seis empresas estadounidenses con valoración superior a un billón de euros sí han aparecido en este periodo.
El economista italiano Mario Draghi que fue presidente del Banco Central Europeo y presidente del Consejo de Ministros de Italia presentó junto a la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyer, el pasado mes de septiembre, un informe que ésta le había encargado sobre la situación de la Unión Europea y las medidas que él consideraba para su relanzamiento.
El informe "El futuro de la competitividad europea", llamado comúnmente el informe Draghi plantea una batería de ambiciosas y detalladas medidas de política económica para sacar a la economía europea de su letargo y adaptarla a la nueva realidad tecnológica, energética y geopolítica.
Según el informe Draghi, la economía europea necesita acometer tres grandes transformaciones para ser competitiva en la escena global: 1) acelerar la innovación y encontrar nuevos motores de crecimiento; 2) reducir los elevados precios de la energía sin dejar de descarbonizar para avanzar hacia una economía circular y 3) aprender a reaccionar en un mundo geopolíticamente inestable, donde las dependencias se convierten en vulnerabilidades y la seguridad ya no puede externalizarse.
Invertir más, consolidar los mercados de capitales y eliminar los vetos nacionales a cada decisión, ha levantado históricamente resistencias en la UE, una situación que puede acentuarse cuando la derecha y la ultraderecha crecen incluso en países como Alemania y Francia, motores de la integración europea.
Para la Unión Europea, elevar su potencial de crecimiento es un reto existencial. De no hacerlo, podría correr peligro el modelo social europeo y la propia construcción europea. Europa cuenta con las bases necesarias para convertirse en una economía altamente competitiva, por lo que sólo con un enfoque común europeo, centrado en el crecimiento, podrá afrontar con éxito los retos que tiene planteados: la transformación tecnológica, la descarbonización, la seguridad económica y el mantenimiento del modelo social europeo.
POR MÓNICA LABORDA SÁNCHEZ
Doctora en Relaciones Internacionales e Integración Europea
MAAZ