MUJERES EN LA HISTORIA

Margaret Sanger

Sanger sabía que las mujeres ricas disponían de diversos métodos anticonceptivos y se puso a investigar y a escribir sobre ellos

OPINIÓN

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Gerardo Laveaga / Mujeres En la Historia / Opinión El Heraldo de México
Gerardo Laveaga / Mujeres En la Historia / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

Si hemos de creer a Claudia Goldin, Premio Nobel de Economía 2023, la auténtica emancipación femenina no comenzó con la “revolución ruidosa”. Ideas subversivas, declaraciones rimbombantes y actos de rebeldía apenas esbozaron un anhelo. Fue la posibilidad de que las mujeres decidieran si se embarazaban o no lo que desencadenó esta emancipación: fue una “revolución silenciosa”.

La pionera del control natal -la que acuñó el término birth control- y empezó a educar a las mujeres al respecto; la que impulsó como nadie la producción y comercialización de una píldora que diera a las mujeres la posibilidad de controlar la concepción, fue la estadounidense Margaret Sanger (1879-1966).

Ver morir a su madre a los 49 años, después de 18 embarazos, la indujo a estudiar enfermería. Ya en la práctica, no sólo constató cómo las mujeres acudían a abortos clandestinos en los que muchas morían desangradas o por infecciones posteriores, sino que se enteró de que producir una píldora anticonceptiva era factible. Por aquella época, el consejo de los médicos a las mujeres que no querían embarazarse era que no tuvieran relaciones sexuales. Punto.

Pero Sanger sabía que las mujeres ricas disponían de diversos métodos anticonceptivos y se puso a investigar y a escribir sobre ellos. Su primer artículo, publicado en The Call, se tituló What Every Girl Should Know. El problema fue que la Ley Comstock prohibía la divulgación de estos métodos y la censura no se hizo esperar.

Frustrada ante la necedad de quienes se empeñaban en mantener doblegadas a las mujeres -a las más pobres, en particular-, Sanger fundó “The Woman Rebel”, su propia revista. Ante nuevas acusaciones, se vio obligada a salir del país.

A su regreso, inauguró la primera clínica de control natal en Estados Unidos y no sólo informó sobre los métodos anticonceptivos, sino que promovió abiertamente el uso del diafragma. En esta ocasión, fue encarcelada por violar la Ley Comstock. No sería la primera vez que pisara la cárcel. Pero el tiro salió por la culata a sus detractores pues la causa de esta impenitente activista fue aplaudida por millones de personas.

Convencida de que ninguna mujer podía considerarse libre si no era dueña de su cuerpo, si no podía elegir conscientemente si quería ser madre o no, promovió la educación sexual por todos los medios y consiguió financiamientos para el proyecto que ya traía entre manos Gregory Pincus para producir la píldora anticonceptiva.

La siguiente etapa fue vencer la resistencia de algunos fanáticos religiosos que se negaban a autorizarla. Pero el terreno estaba cultivado y estos tuvieron que ceder. “La revolución silenciosa”, concluye Goldin, “cambió de manera radical la receta de la felicidad”.

Como presidenta de la International Planned Parenthood Federation, viajó por la India y por Japón, ampliando sus enseñanzas. Publicó su autobiografía y pudo ver el comienzo de esta revolución de la que ella fue protagonista indiscutible.

POR GERARDO LAVEAGA
PROFESOR DEL ITAM

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