COLUMNA INVITADA

El regreso de México al escenario global

La presencia de México en esta cumbre no podría ser más oportuna

OPINIÓN

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Claudia Ruiz Massieu / Colaboradora / Opinión El Heraldo de México
Claudia Ruiz Massieu / Colaboradora / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

La participación de la presidenta Claudia Sheinbaum en la reciente cumbre del G-20 en Brasil marca un punto de inflexión en la política exterior mexicana. Su presencia representa el fin de una etapa caracterizada por el aislacionismo y la ausencia total de nuestro país en los principales foros internacionales. El retorno a la escena global, aunque indispensable, merece un análisis crítico.

La presencia de México en esta cumbre no podría ser más oportuna. En un momento en que el orden internacional se enfrenta a múltiples crisis y desafíos —desde las guerras en Ucrania y Medio Oriente hasta los desafíos del cambio climático— el país necesita recuperar su voz en la comunidad internacional. La participación de Claudia Sheinbaum representa una ruptura con el desprecio sistemático a la política exterior que caracterizó a la gestión de su antecesor.

Entre los aspectos destacables de la participación de México en la cumbre destaca el refrendo de la propuesta de reforma al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. La iniciativa busca democratizar uno de los órganos más importantes del sistema internacional y refleja una visión constructiva y propositiva de la diplomacia mexicana. Es una muestra de que México puede y debe ser un actor relevante en la construcción de un orden multilateral más equitativo.

No obstante, el saldo de la participación de la presidenta no es del todo positivo. La propuesta de destinar el 1% del gasto militar del bloque de potencias a programas de reforestación –encomiable en principio– evidencia una contradicción fundamental con la política interna. Mientras en el exterior se aboga por reducir el presupuesto militar, en México las Fuerzas Armadas gozan de un poder presupuestario, administrativo y operativo sin precedente.

La disonancia entre el discurso en el exterior y la realidad en el interior pone en duda la credibilidad de México como un actor con responsabilidad global. El programa Sembrando Vida, citado como ejemplo de éxito en la cumbre, ha dado resultados en términos de reforestación –aunque la falta de indicadores objetivos y transparencia obliga a la cautela–; pero la creciente militarización del país contradice el espíritu de la propuesta presentada en el G-20.

En ese contexto, el verdadero desafío internacional para la administración de Sheinbaum no radica simplemente en volver a ocupar el asiento que le corresponde a México en los foros de concertación política global. La tarea es mucho más compleja: reconstruir una política exterior coherente, constructiva y propositiva, que permita a nuestro país ejercer un liderazgo significativo en los asuntos prioritarios de la agenda internacional.

Una política exterior desplegada con visión estratégica, capaz de equilibrar nuestros principios e intereses, así como de alinear el discurso internacional con las políticas nacionales. Solo así podremos recuperar el espacio protagónico que nos corresponde en el mundo y nuestra capacidad de incidir en las instituciones multilaterales.

La presencia de México en la cumbre del G-20 es un primer paso en la dirección correcta. Sin embargo, la ruta hacia el reposicionamiento de México como actor global relevante requerirá más que discursos bien intencionados. Exige coherencia, un compromiso permanente; pero, sobre todo, la voluntad política de conciliar la retórica con la realidad.

POR CLAUDIA RUIZ MASSIEU
DIPUTADA FEDERAL

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