COLUMNA INVITADA

La violencia de nombrar

El uso de la palabra es potente, más de lo que a veces uno se lo puede imaginar. No es solo asignar un nombre o un término para referenciarlo

OPINIÓN

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Ignacio Anaya / Colaborador / Opinión El Heraldo de México
Ignacio Anaya / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El uso de la palabra es potente, más de lo que a veces uno se lo puede imaginar. No es solo asignar un nombre o un término para referenciarlo. Es volverlo manejable, darle un sentido para así llevar a cabo un accionar, que no en pocas ocasiones se desata de las maneras más atroces.

El empleo de las palabras es una actividad consciente en los discursos que los poderes manejan. El genocidio en Palestina es uno de los ejemplos más recientes. ¿Cuántas veces no utilizan los medios oficiales el término “terrorista” o, en un caso más específico, “Hamás” para hablar de los crímenes cometidos contra los palestinos? Una técnica de la retórica que justifica la violencia, la vuelve una guerra justa. No se asesina a personas inocentes sino a aquellos indeseables, pero es solo el verdugo quien discierne entre el que merece o no la muerte. La inocencia es abandonada; todos y todas deben ser culpables para que los asesinatos sean justificables.

La palabra es violencia: la manifiesta y después la oculta bajo excusas que ella misma, con su don, es capaz de crear. De 1910 a 1920, en Texas, un gran número de mexicanos fueron asesinados por autoridades y muchedumbres bajo la justificación de que eran bandidos, sin ninguna prueba más que palabras y rumores. “Bandido” se convirtió en sinónimo de “mexicano”. Inocentes perecieron ante aquella clasificación durante un periodo denominado La Matanza por la historiografía que trabaja el tema.

En México también se manifiesta la palabra cuando se observan crímenes de lesa humanidad cometidos por parte del Estado, que se cometieron y siguen cometiendo. Se decía que eran guerrilleros, comunistas, delincuentes o miembros del crimen organizado. Los términos están ahí, limpiándole la mesa a la violencia.

Hay innumerables ejemplos; se podrían escribir varios tomos sobre este vínculo entre palabra y violencia. La herramienta del poder, de eso no hay duda, es aquella que afecta a la vida con la capacidad de arrebatarla si es necesario.

Por ello, nunca está de más poner atención a cómo se están empleando las palabras. Es un proceso de elección, sobre todo en los medios y los discursos políticos. Su uso no es desinteresado; siempre hay una intención o razón detrás, muy macabra en varios casos.

POR IGNACIO ANAYA

COLABORADOR

@Ignaciominj

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