Tell Them You Love Me es un documental que vi recientemente en Netflix. Lo he recomendado ampliamente en mi entorno profesional de psicólogos y académicos expertos en la conducta humana.
No me sorprende el juicio inmediato, el ataque y el dedo acusador hacia la profesora Anna Stubblefield, marcados por el coraje y el desprecio. Este documental me desacomodó profundamente, algo que hacía años no sentía con una historia.
Mi experiencia en psicología clínica me ha dado una amplia tolerancia hacia casos perturbadores de la vida real, como reflejo en mi novela Cuídame de ti. Sin embargo, al ver este documental, experimenté una incomodidad particular que me llevó a cuestionar el contexto en detalle.
Agradezco esta oportunidad para reflexionar desde una perspectiva diferente e invito a mis lectores a hacer lo mismo: pensar fuera de la caja. Si prefieren evitar spoilers, abandonen este artículo.
August-Perna hace un trabajo magistral al mostrarnos la conducta de todos los involucrados y, al menos en mi caso, logra que empatice y me horrorice al mismo tiempo con cada uno de ellos.
Anna Stubblefield conoció a Derrick Johnson en 2009, a través de su hermano John, un estudiante de doctorado en Rutgers. Tras una clase de filosofía y estudios sobre discapacidad, John le preguntó a Anna sobre la técnica de comunicación facilitada, que ella conocía desde joven gracias a su madre, quien la practicaba.
Derrick, un hombre afroamericano diagnosticado con parálisis cerebral y sin control de esfínteres, comenzó a ser atendido por Anna, una profesora blanca. Derrick no tenía capacidad de habla, pero aparentemente comenzó a comunicarse mediante la técnica de comunicación facilitada. Esto plantea una pregunta crucial: ¿Logró realmente comunicarse o fue Anna quien influía en las respuestas?
En este caso surgen diversos ángulos de análisis. Los especialistas cuestionan la validez de la técnica. La madre de Anna la apoyó incondicionalmente. El contexto de Anna como una mujer casada que fue acusada de agresión sexual sin consentimiento añade complejidad.
Lo que genera mayor controversia es que Derrick tenía una discapacidad significativa, y Anna, como su facilitadora, rompió los límites éticos al involucrarse emocional y físicamente con él. Muchos encuentran inconcebible que alguien que requiere asistencia para comunicarse y controlar esfínteres pueda tener la capacidad de mantener una relación consensuada. Este es uno de los temas más provocadores que el documental pone sobre la mesa.
Anna confesó a la madre de Derrick que estaba enamorada de su hijo, que habían tenido relaciones sexuales y que planeaba dejar a su esposo para construir una vida con él. Anna afirmó: "Si la acusación es que soy culpable de una perversión extraña para abusar de personas con discapacidades, que le den algo de crédito a él, porque él me sedujo y merece un reconocimiento por eso. Me enamoré de sus palabras."
Los expertos concluyeron que Derrick no tenía capacidad para otorgar consentimiento. Sin embargo, Devva Kasnitz, una antropóloga, defiende que las personas con discapacidades pueden pensar por sí mismas y merecen ser tratados como seres humanos y darles autonomía.
Antes de emitir juicios de castigo y condenar a Anna, debemos reflexionar sobre cuánto realmente entendemos acerca del funcionamiento de la mente. Lo que sí sabemos es que las personas con discapacidades son constantemente tratadas como si no fueran humanas. Se les infantiliza, se les menosprecia y se les ignora.
Recuerdo un seminario que realicé sobre discapacidad en la Universidad Intercontinental. Los resultados me sorprendieron. Algo que no había considerado, y que aprendí gracias a un colega afroamericano experto en cultura negra, fue el impacto del factor racial en este caso: ¿cómo una mujer blanca viene a imponer y tomar decisiones de esta naturaleza sobre una familia negra?
También observamos a una madre que no reconoce la edad cronológica de su hijo ni su despertar sexual. En lugar de aceptar esta realidad, incrimina a Anna y administra medicamentos a Derrick para inhibir esa respuesta.
La historia, desde cualquier perspectiva, duele, sorprende y horroriza. No defiendo a Anna; cometió actos que transgreden los límites éticos y profesionales. Sin embargo, me permito cuestionar: ¿Hubo una posibilidad de consentimiento que no alcanzamos a comprender con nuestra lógica tradicional?
Es probable que Anna haya manipulado las respuestas de Derrick, ajustándolas a sus deseos. Pero mi pregunta sigue siendo: ¿Y si Derrick realmente pudo conectar con ella desde un lugar que nuestra lógica aún no comprende del todo sobre las enfermedades mentales y la comunicación humana?
POR MÓNICA SALMÓN
@MONICASALMON_
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