Comencemos diciendo que la depresión es un trastorno del estado de ánimo que se caracteriza por cambios constantes del humor, las personas que lo padecen pueden mostrar emociones como tristeza, irritabilidad, culpa, miedos irracionales, alegría eufórica, rigidez, indecisión, ansiedad y fluctuar entre estas emociones de manera súbita y a veces descontrolada.
Podemos decir que hay 2 tipos de depresión, las neuróticas y las psicóticas.
Veamos la diferencia entre ellas:
La persona que vive una depresión neurótica logra distinguir que la emoción o pensamientos que experimenta son exagerados en relación al motivo que los activa, sin embargo, no logra controlar la expresión de su conducta. Si se le plantean preguntas reflexivas para que busque la lógica entre los sucesos y sus comportamientos, lo hace, aunque no logra que estos, sean socialmente aceptables, en muchos de los casos cuidar de sí mismos es una labor complicada de realizar, puede cumplir relativamente con sus responsabilidades.
Mientras que en una depresión psicótica la persona muestra una desconexión entre sus emociones, pensamientos y los sucesos, el deterioro de las capacidades del pensamiento lógico se hace evidente para un observador atento, cuando está presente un brote psicótico, hay presencia de alucinaciones y/o delirios, lo que comunica no tiene sentido para quien escucha, no logra su autocuidado, puede presentar conductas de riesgo para sí mismo o para los demás, requiere atención psiquiátrica y psicológica.
En ambos casos las capacidades de atención, concentración y aprendizaje cognitivo se ven deterioradas o alteradas, hay cambios en el sueño, el apetito, el disfrute de las actividades cotidianas, alejamiento social, lo que paradójicamente incrementa el deterioro emocional, mental y físico, pues somos seres sociales por excelencia, incrementando estos riesgos de acuerdo a la duración del problema.
Las causas que llevan a una persona a la depresión pueden ser endógenas, exógenas u orgánicas, esto quiere decir que en algunos casos tiene que ver con la predisposición genética, de personalidad para hacer frente a los acontecimientos de la vida o por consumo de sustancias respectivamente.
Experimentar cambios de humor porque algo o alguien no es como hubiéramos querido que fuera, por perder a alguien en ruptura o muerte, experimentar cambios vitales o situacionales inesperados, fracasar o fallar en cumplir nuestros objetivos y/o por experimentar abuso. Es normal y además es parte del proceso de asimilación y aceptación de la situación. El problema; se complica cuando mantenemos dicho estado por un largo periodo de tiempo.
Algunas posibles soluciones que se pueden poner en práctica es hablar de la situación y validar el derecho a sentir la emoción como se presenta, cuando se desborda hay que pedir u ofrecer apoyo y contención, hacer una lista de situaciones difíciles que lograste superar, además de cómo y con ayuda de quien lo hiciste.
POR MARÍA ISABEL ROMERO LÓPEZ
MAESTRA EN PSICOLOGÍA CLÍNICA INTEGRATIVA
EEZ