Hace un año, Israel fue víctima del más mortífero ataque en su historia: comandos de Hamas rebasaron sus defensas (que se creían impenetrables) y cometieron una serie de ataques atroces, abominables. Desde entonces, la respuesta israelí ha sido implacable, pero ineficaz, pues no ha logrado ninguno de sus dos objetivos: la liberación de los rehenes ni la eliminación de Hamas o, cuando menos, de su liderazgo.
La guerra de alta intensidad en Gaza se ha extendido por la región, y es un pequeño e inexplicable milagro que la conflagración no sea más amplia y más grave. Pero ese es flaco consuelo para los rehenes, para los habitantes del norte de Israel, para los palestinos de Cisjordania, para la población civil de Líbano o para los afectados por los ataques israelíes en Siria, Yemen o Irán.
La lista de afectados es interminable, dentro y fuera de Israel, y las cifras tal vez nos vuelven un poco inmunes a las tragedias humanas, a las pérdidas de vida, de esperanza, de seguridad, de certidumbre, de infraestructura básica, de ilusión por el futuro.
Si la numeralia nos deshumaniza, y las historias individuales son tantas y tan terribles que nos hacen perder la perspectiva más amplia, ¿cómo analizar el conflicto?
Un poco de historia ayuda, siempre. Esto no comenzó el 7 de octubre de 2023, de la misma manera en que tampoco lo hizo en 1987 o en el 2000 (fechas de arranque de las dos intifadas, o grandes levantamientos palestinos). Pero tampoco en 1967 o en 1973, las dos últimas guerras antes de ésta, y ni siquiera en 1948, cuando se funda el Estado de Israel. Si queremos verdadera perspectiva histórica tal vez deberíamos remontarnos a los tiempos del protectorado británico o al plan de partición, tan miope e inadecuado como todos los que ordenó Londres en la región y que han provocado tantos otros conflictos irresolubles.
Otra manera de ver el conflicto pasa por la empatía, por la humanidad. Parece increíble que a estas alturas todavía tengamos que repetirlo, pero así como Israel tiene todo el derecho a existir como nación soberana, con seguridad y respeto a su integridad territorial, así los palestinos tienen también el derecho a vivir en paz dentro de las fronteras definidas de su propio país. Y sí, también debemos recordar que el antisemitismo es inaceptable, como también lo es el anti-islamismo y todas las expresiones de odio que hacen tan fácil deshumanizar a los verdaderos protagonistas de la tragedia que vive Medio Oriente.
Pero también deberíamos pensar en cuál es la lógica, cuáles son los objetivos de cada uno de los actores, para ver si hay o no una posible salida al conflicto. Me parece que las públicamente expresadas (la eliminación de Hamas o Hezbollah, la negación de la existencia del Estado de Israel, el cambio de régimen en Irán) son extremas, absurdas e imposibles.
Y cuando las utopías son mortíferas, quienes las buscan se convierten en asesinos.
POR GABRIEL GUERRA CASTELLANOS
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@GABRIELGUERRAC
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