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Populismo neoliberal

Su retórica y sus políticas se pretendieron populares pero fueron profundamente antiprogresistas

OPINIÓN

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Carlos Bravo Regidor / Radar de libros / Opinión El Heraldo de México
Carlos Bravo Regidor / Radar de libros / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

¿Cuál es el origen del populismo obradorista? ¿Cómo se ha transformado ideológicamente? ¿Qué política económica implementó como gobierno? ¿Por qué termino convertido en un modelo político autoritario? Estas son las preguntas que Francisco Báez Rodríguez (Ciudad de México, 1954) responde en Populismo neoliberal (Cal y Arena, 2024), una colección de ensayos breves escritos a lo largo de los últimos años –varios incluso antes del ascenso de López Obrador a la presidencia– en los que despliega una muy consistente mirada crítica desde la izquierda socialdemócrata.

Báez ubica la formación del populismo obradorista no tanto como parte de la “marea rosa” latinoamericana sino como otro producto del desencanto global con la democracia, sobre todo entre grupos sociodemográficos con tendencias conservadoras, baja escolaridad, percepciones negativas de la economía y los gobiernos del establishment, pues esas características los vuelven más proclives a aceptar liderazgos fuertes (o hasta gobiernos militares), más propensos al nacionalismo autárquico (e.g., Brexit y los trumpistas) y más nostálgicos de la homogeneidad social (es decir, más antipluralistas). Siguiendo de cerca la caracterización de Nadia Urbinati sobre el populismo como desfiguración de la democracia, ubica el caso mexicano en la misma órbita que los de Brasil, Turquía, Hungría, El Salvador o India. Como México no hay dos… hay muchos más.

A partir del 2006, y más en el contexto de la crisis financiera mundial del 2008 y sus múltiples efectos, el obradorismo fue dando un viraje: dejó de ser una izquierda más o menos sustantiva para buscar, en su defecto, “hacerse de un espacio propio en la nueva disposición ideológica del país”, optando por la vía del “nacionalismo radical”. Lo curioso es que en esa deriva, crucial en tanto que lo volvió digerible para sectores más amplios y conservadores del electorado, lo acompañó buena parte de la propia izquierda mexicana. 

Báez hace un puntual inventario, entonces, de cómo su retórica y sus políticas se pretendieron populares pero fueron profundamente antiprogresistas (en cuestión de derechos humanos, política fiscal, medio ambiente, educación, género, energía, democracia, etc.) e impulsaron, en realidad, posiciones contrarias al fortalecimiento de lo público (como la austeridad o las transferencias en efectivo). “El sepelio y la muerte oficial del neoliberalismo, lo sabemos, son más retóricos que reales”.

Al final, no se creó otro modelo económico (seguimos, si acaso, en un ciclo de “estancamiento estabilizado” o “SimiBienestar”) pero sí hay un nuevo modelo político basado en la concentración de poder, la polarización, la desinstitucionalización y eso que Báez denomina el “síndrome del gobierno asediado”: querer “ver enemigos por todas partes y actuar en consecuencia”, aislándose de la realidad y apostando por “los “símbolos como sustitutos de la democracia”. Sirvió para hacerse del poder y consolidarlo, “pero cuando afloran los problemas, los símbolos empiezan a parecer máscaras”.

POR CARLOS BRAVO REGIDOR

COLABORADOR

@CARLOSBRAVOREG

MAAZ