BALONES Y PELOTAS

El lado oscuro del cholismo

La idea, a pesar de ser eficiente en términos competitivos, mantiene al futbolista en una olla de presión que aguarda semana tras semana y partido tras partido al dichoso encontronazo

OPINIÓN

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Tomás Lujambio / Balones y pelotas / Opinión El Heraldo de México
Tomás Lujambio / Balones y pelotas / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Desde que Diego El Cholo Simeone asumió el mando del Atlético de Madrid, el conjunto colchonero ha logrado recuperar su competitividad gracias a un ingrediente inconfundiblemente argentino: la intensidad. Esta actitud sumamente cholista no sólo ha permeado en los jugadores, sino también en la afición, moldeando una identidad rojiblanca que vive con furia partido a partido tanto fuera como dentro del terreno de juego. 

Sin embargo, el cholismo, como táctica de juego y comportamiento, ha sembrado las condiciones ideales para incentivar encontronazos, disputas y choques innecesarios que terminan por generar rivalidades profundamente agresivas. Ahora bien, la filosofía cholista, regida por la famosa lógica de partido a partido, ha rendido frutos sorpresivos. 

La intensidad argentina que inyectó Diego Simeone al equipo colchonero, aunque dependiente más de la garra que de la calidad futbolística, ha logrado conducir al equipo rojiblanco hasta dos finales de la Champions League y convertirlo
en campeón de La Liga en dos ocasiones. 

Sin embargo, esta intensidad también tiene su lado oscuro, pues jugar cada partido como si fuera el último eleva el nivel de agresividad en cada
balón disputado.  Al parecer, bajo el mando del Cholo, lo que empieza como un ímpetu feroz centrado en la victoria termina por convertirse fácilmente en una peligrosa sobrecarga de tensiones.

Este lado oscuro del cholismo volvió a manifestarse en el Metropolitano, el pasado 29 de septiembre, durante el encuentro contra el Real Madrid. Durante el encuentro, el juego ríspido y físico del Atlético de Madrid empezó a calentar a los futbolistas merengues casi de inmediato. 

Los roces y provocaciones del partido desencadenaron una serie de incidentes que terminaron por provocar el desapruebo de la afición colchonera. Tras el gol de Éder Militao en el minuto 64, por ejemplo, la fanaticada colchonera decidió arrojarle objetos a Thibaut Courtois, tras celebrar de manera provocativa ante los hinchas que se encontraban detrás de su portería. 

Ahora bien, hace sentido que un jugador que estuvo bajo la tutela de El Cholo haya mostrado tanta predisposición a encararse con la fanaticada de su equipo anterior. 

Al final, este tipo de comportamientos no son más que un reflejo de la enseñanza de Simeone. 

Es decir, la intensidad cholista no sólo deja huella en los partidos, sino también en aquellos jugadores que absorben semejante mentalidad combativa. 

Su filosofía de juego no da espacio para el respiro ni mucho menos para la serenidad futbolística. 

Para El Cholo, cada partido es una batalla, y cada batalla debe ser disputada como si fuera la última.

La idea cholista, a pesar de ser eficiente en términos competitivos, mantiene al futbolista en una olla de presión que aguarda semana tras semana y partido tras partido al dichoso encontronazo, insulto o celebración que lo haga perder la cabeza. 

Por ello, no es sorprendente que un equipo acostumbrado a vivir en el presente perpetuo del cholismo termine por reincidir en comportamientos agresivos como los que se vieron contra Thibaut Courtois, el
pasado domingo. 

Para quienes han sido adoctrinados por la filosofía de Simeone, en ese hipotético último partido todo está justificado. El desenfreno, la confrontación y la intensidad no sólo son inevitables, sino que se convierten en el sello distintivo de un equipo que no se permite pensar en el mañana.

POR TOMÁS LUJAMBIO

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