MUJERES, S.A.

Silencio cómplice, el acoso del que no hablamos

Es importante reconocer que el acoso sexual, en cualquiera de sus formas, tiene un impacto real y significativo. Afecta no sólo la salud mental y emocional de la persona acosada, también erosiona su desempeño laboral y su sentido de pertenencia en el equipo

OPINIÓN

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Claudia Luna / MUJERES, S.A. / Opinión El Heraldo de México
Claudia Luna / MUJERES, S.A. / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

Era viernes por la noche y en el despacho ya no quedaba nadie más que la administradora y yo.  Habré tenido 22 años y un mes de ser parte de la firma.  Mi escritorio lleno de carpetas alineadas y mi block amarillo de notas.  No se oía más ruido que el zumbido de lo eléctrico.  De la nada se aparece este señor en mi oficina y se para bloqueando mi camino a la puerta.  Era otro abogado, varios años más grande y en ese momento, con la cantidad de alcohol dentro que rara vez lleva a buenas decisiones.  Mi instinto ya anunciaba que algo andaba mal. 

-“Es mi cumpleaños Luna”.  

-“Felicidades, festejaste, ¿no?”

- “¿Me das mi regalo?

-“No te compré uno, ¿qué quieres”?

-“Tú sabes lo que quiero…”

Y con esa última y aterradora declaración, se acerca en un segundo a una distancia intolerable y con claras intenciones, con todo y su halo de alcohol enrarecido. Sentí el peligro clarísimo de una oficina desierta y un señor que siente que lo puede todo. Mis 22 años y 50 kilos se pararon como resorte carpeta en mano, la usé como escudo de caballero cruzado y lo empujé con todas mis fuerzas para apartarlo de la puerta y literalmente correr a la oficina de la administradora. Afortunadamente, ni su estructura poco atlética ni su condición etílica le permitieron oponer mucha resistencia y escapé con sólo un susto. ¿Qué hubieras hecho tú? ¿Qué harías al lunes siguiente llegando a la oficina? ¿Hablarías con él? ¿Con su jefe? ¿Con el tuyo? ¿Con recursos humanos? Considerando que este tipo de acercamiento no se repitió nunca, ¿llamamos a este incómodo momento acoso? Inadecuado y estrepitosamente horrible, sí. ¿Acoso? 

Esta (y otras) experiencias a lo largo de mi vida me han llevado a pensar mucho en las diversas situaciones alrededor del acoso sexual que enfrentamos todos en el día a día y lo difícil que es definirlas. Creo que se ha hablado mucho del acoso sexual directo, claro y contundente pero hay muchos tipos de situaciones alrededor del acoso sexual que tienen límites más difusos.

Cuando pensamos en acoso sexual, a menudo lo asociamos con comportamientos evidentes, explícitos y agresivos, como comentarios ofensivos, acciones físicas o propuestas indeseadas y constantes. Sin embargo, hay una forma de acoso mucho más difícil de detectar: el acoso sexual sutil. Este tipo de acoso pasa desapercibido o incluso es minimizado, tanto por las víctimas como por quienes las rodean.

El acoso sexual velado es un conjunto de conductas o insinuaciones que no necesariamente cruzan la línea de lo obvio, pero que generan un ambiente incómodo. Puede manifestarse en comentarios ambiguos, miradas persistentes, actitudes que cosifican a alguien, o en una cercanía física innecesaria. Estas acciones suelen quedar en una especie de zona gris, donde la víctima duda si realmente está ocurriendo algo inapropiado o si simplemente es su imaginación.

Una de las razones por las que el acoso sexual sutil es tan difícil de identificar es porque se camufla en dinámicas sociales que parecen inofensivas o incluso amables. Como en una ocasión que un señor comentó lo mucho que le gustaban mis pantalones (por amor a todo lo sagrado). Un comentario absolutamente fuera de lugar que encierra una insinuación sexual que no encuentra lugar en una relación profesional. Estas observaciones, aunque ligeras, transmiten un mensaje claro de que el cuerpo de la persona está siendo evaluado de manera sexualizada.

Otro aspecto del acoso sexual sutil es la microgestión del espacio personal. Un compañero que constantemente se coloca demasiado cerca durante las conversaciones o que toca, aunque sea brevemente, el brazo o la espalda, puede generar una sensación de incomodidad difícil de expresar. La víctima puede sentir que no es lo suficientemente grave como para denunciarlo. Este tipo de acoso se perpetúa bajo una capa de ambigüedad. La víctima no se atreve a hablar por miedo a ser acusada de exagerar o de malinterpretar las intenciones del acosador. Esta incertidumbre deja a las víctimas en una posición vulnerable, donde pueden cuestionar sus propios sentimientos y los pasos a seguir. Es común que las víctimas piensen: ¿Estaré exagerando? ¿Soy muy sensible? ¡Así somos los mexicanos! Esta autocrítica contribuye a que el acoso se normalice, permitiendo que se siga repitiendo sin consecuencias.

Cuando el acosador tiene una posición superior en la jerarquía de la empresa, la dinámica de poder puede hacer que las insinuaciones se toleren por temor de la víctima a poner en peligro su desarrollo profesional.

Es importante reconocer que el acoso sexual, en cualquiera de sus formas, tiene un impacto real y significativo. Afecta no sólo la salud mental y emocional de la persona acosada, también erosiona su desempeño laboral y su sentido de pertenencia en el equipo. Un ambiente de trabajo donde se permite o se ignora el acoso sutil puede generar una cultura tóxica en la que las personas, especialmente las mujeres, se sienten menospreciadas y desprotegidas.

¿Qué podemos hacer frente a esta forma de acoso? El reconocimiento y la sensibilización en el entorno laboral son cruciales para que las víctimas no se sientan solas ni minimizadas. Estoy segura de que muchas personas a las que consideraríamos acosadoras no sienten que están cruzando ningún límite. Las empresas deben fomentar espacios de educación directa y comunicación clara sobre lo que es y lo que no es aceptable en un ambiente sano de trabajo.  Todos debemos sentirnos en la libertad de poner límites calmada y abiertamente. Cuando los límites establecidos de forma personal no son suficientes, es vital crear un ambiente seguro para que las personas se sientan cómodas denunciando cualquier comportamiento que individualmente perciban como inapropiado.

Aunque lo mío no fue acoso sutil, ¿saben que hice yo? Hablé con el agresor y le dejé clarísimo que lo sucedido era inaceptable y no había espacio para un segundo error. Pero no lo reporté con nadie más. Faltaba mucho tiempo para #Metoo y los mecanismos no eran tan claros ni tan prevalentes.  Espero no haber desprotegido a otra mujer con mi silencio. Reconozco lo complicado que es tomar acciones en escenarios como los que expongo hoy.  Se requiere no sólo de firmeza de carácter sino de una gran confianza en que la institución va a cuidarte. Nos toca construir esa confianza para las nuevas generaciones.

POR  CLAUDIA LUNA

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