UNA CHAIRA EN EL HERALDO

46 años de los famosos Sex Panchitos CDMX

OPINIÓN

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Fernanda Tapia / Una Chaira en El Heraldo / Opinión El Heraldo de México
Fernanda Tapia / Una Chaira en El Heraldo / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

Hace 46 años brotó un movimiento contracultural, nacido de juventudes empobrecidas y despojadas de cualquier esperanza: ni estudio, ni trabajo, ni divertimento y por si fuera poco expulsadas de sus propias familias. La mayoría disfuncionales. En las barrancas de las entonces delegaciones Miguel Hidalgo y Álvaro Obregón (lugares boscosos llenos de cuevas), comenzaron a reunirse estos jovencitos que provenían sobre todo de padres migrantes de otros estados del país. Ellos mismos, durante un recorrido con Puro Barrio de HeraldoTV, me confirmaban que el apodo no venía del nombre de sus integrantes, sino del siempre racismo y clasicismo reinante en la capital donde los estigmatizaban con el mote de “Panchitos” por ser ”provincianos”. Así los bautizaron los de la banda de los Boleros de la Alameda Central. Se reunían para encontrarse con sus pares, jodidos y encabronados.

Se juntaban para echar coto, hablar de los Pistols y los Ramones. Había muchas chicas dentro de esos hasta 500 Panchitos que ahí se reunían y, sin embargo, con todas las que pude platicar aseguran nunca haber sido objeto de abuso por parte de los compañeros. Es verdad que algunos robaban y me confiesan que no sentían culpa por ello dada su pobreza. No se metían mona, sino flexo. Pero la droga más fuerte que circulaba por aquellos tiempos en la Capirucha era la mois. Iban juntos a los Hoyos Funky para poder escuchar un poco de rock urbano y punk, pero sobre todo tenían que marcar su territorio con graffiti, pero no con aerosoles inexistentes, sino con el mismo thinner que algunos inhalaban, con plumones Berol o pintura normalita de fachadas. Lo más canijo eran las corretizas que se metían entre grupos contrarios. Cuando les pregunto de las Bandas Unidas Kiss (BUKS), me aseguran que estos más bien eran sus admiradores; sin embargo, para que le calculen qué tan delicado podría ponerse el problema, en una ocasión uno de los fundadores se lanzó hacia el pueblo de Santa Fe con otro compañero, Los jóvenes de aquella zona empezaron a correr la voz de que estos les ayudarían a organizarse, defenderse y enseñarles todos los protocolos.

Entonces los adultos del lugar se les fueron encima a este par de muchachos y asesinaron al primer Panchito. Eran épocas de muchísima impunidad sobre todo en contra de los jóvenes. El Negro Durazo trató de meterlos a su redil pero cuando descubrió que apenas llegaban a los 16 años, les recomendó “que siguieran echando desmadre, pero que se cuidaran”. Seguramente les advertía que se cuidaran de él y de sus policías, porque en varias ocasiones cayeron por las balas de los uniformados que a veces se presentaban vestidos de civil y en otras, hasta de barrenderos o de otro tipo de servidores públicos. Baste decir que los cuerpos nunca aparecían. Los supervivientes hoy llegan a dar pláticas para que los jóvenes intenten no caer en las redes del crimen organizado y por supuesto, tampoco en las drogas tan mortíferas hoy en día.

POR FERNANDA TAPIA

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