COLUMNA INVITADA

Nuestra realidad según Heráclito

Nuestro presente no ha roto con el pasado y, previsiblemente, no lo hará

OPINIÓN

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Luis Ignacio Sáinz / Colaborador / Opinión El Heraldo de México
Luis Ignacio Sáinz / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Una sola cosa es lo sabio, conocer la Razón, por la cual todas las cosas son gobernadas por medio de todas.

Los contrarios concuerdan, y de lo diferente surge la más bella armonía, pues todo lo engendra la discordia.

Heráclito.

Paradójico como era, Heráclito brilla en su opacidad, por eso se le ha llamado “el oscuro”, dado que su pensamiento se formulaba en acertijos ostentando así su complejidad. El sabio de la desaparecida Éfeso, ciudad corazón de Jonia, nos señala, desde el remoto siglo VI antes de nuestra era, que la realidad es una suma de factores que sólo pueden interpretarse a modo de constelación. Sus componentes se manifiestan integrados, formando más que una entidad un continuum, imposible de escindir. Nos afanamos en separarlos atentando contra toda lógica, por nuestra incapacidad de comprenderlos en la plenitud de su fusión. Para sentirnos menos impotentes en el esfuerzo de su desciframiento, postulamos la existencia ilusoria de segmentos autónomos: la economía o la política, en la sociedad; la conciencia y el deseo, en el individuo. 

¿A cuento de qué viene este pronunciamiento? A que nuestro presente no ha roto con el pasado y, previsiblemente, no lo hará. Entre la memoria de lo acaecido y la oportunidad de lo que está ocurriendo se sitúa nuestro espectro de (escasas) posibilidades de modificación de la realidad de nuestro tiempo. Lo que se cree es. La verdad de lo real es su vigencia. Polos de la percepción del sujeto, extremos del análisis y el juicio que formula el ciudadano. Voluntad de poder avalada y soportada por sufragios efectivos, es decir los que si acudieron a las casillas a manifestar su preferencia, que brindan una legitimidad arrolladora, incluso más allá de la suma combinada de opositores: 59.7% de Sheinbaum versus 37.36%, de Gálvez 27.4% más 10.32% de Máynez.

El panorama se nubla si justipreciamos el 38.96% de quienes renunciaron a acudir a las urnas considerando el padrón electoral completo. Así, la presidenta en funciones no representa una mayoría aplastante, sino una primera minoría: 35 millones 924 mil 519 votos contra 22 millones 707, 407 votos de los candidatos de oposición, monto al que habría que añadirle los 38 millones 214, 407 de abstenciones, los que por supuesto no pueden calificarse mecánicamente de desafectos al régimen y tampoco de adherentes pasivos de Morena, con lo cual el panorama exclusivamente estadístico se modifica drásticamente: 35 millones 924 mil 519 comparados con 60 millones 921,814. Lo que significa que hay mucha tela de donde cortar para hacer política seria, crítica y propositiva, que trascienda el chantaje y el entorpecimiento legislativo de un lado, así como la tiranía del número del otro.

A Heráclito le asiste la razón; la realidad es una totalidad de sentido indivisa, multifactorial en sus causas; pero, además, tan luminoso filósofo presocrático nos subraya que la contradicción, la discordia, al temperarse origina el bienestar, la armonía. Semejante dialéctica requiere de algo más que de morbosa observación de los acontecimientos, demanda incidir en ellos mediante el ejercicio de lo que nos hace ser el único animal provisto de la palabra: el diálogo, si bien es preciso no soslayar que también somos el único animal que actúa con maldad, por interés o por pasión. No se nos olvide que cuando éramos pequeños y nos encontrábamos inmersos en un conflicto con nuestros pares, los mayores nos amonestaban con una frase lapidaria: “hablando se entiende la gente”. Ojalá así sea.

POR LUIS IGNACIO SÁINZ

COLABORADOR

SAINZCHAVEZL@GMAIL.COM

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