En la actualidad, el Internet y la inteligencia artificial (IA) han transformado nuestras vidas, facilitando la comunicación, el acceso a información y la eficiencia en diversos procesos. Estos cambios nos han convertido cada vez más en sociedades digitalizadas, que buscan reducir o incluso erradicar el uso de productos materiales por recursos o programas digitales que cumplan las mismas tareas.
Por ejemplo, las iniciativas “paperless” son aquellas que están enfocadas en poner fin a un proceso que normalmente incluye consumo de papel para llevarlo al terreno digital y promover la idea de que se trata de un proceso más amigable con el planeta.
Sin embargo, muchas veces olvidamos que este impulso tecnológico también conlleva un profundo impacto ambiental que merece atención. A medida que crece la demanda de servicios en línea y aplicaciones de IA, es fundamental entender cómo se interrelacionan y generan un efecto en el medio ambiente.
Uno de los principales aspectos del impacto ambiental es el consumo de energía. Los centros de datos, que son esenciales para el funcionamiento de Internet y aplicaciones de IA, requieren grandes cantidades de electricidad para operar y refrigerarse. Representando alrededor del 1% del consumo global de electricidad, su huella de carbono puede ser significativa, especialmente si la energía proviene de fuentes no renovables.
No obstante, hay un lado positivo: la IA y las tecnologías digitales también pueden jugar un papel importante en la defensa del medio ambiente, siempre y cuando aprovechemos al máximo su uso. Las soluciones de ciberseguridad pueden ayudar a proteger sistemas de gestión ambiental y plataformas de monitoreo que rastrean el uso de recursos y las emisiones.
Además, la IA puede contribuir a mejorar la eficiencia energética en diversas industrias, ayudando a mitigar el impacto ambiental. Sin embargo, para que estas herramientas sean verdaderamente efectivas, es esencial que su desarrollo y funcionamiento se lleven a cabo con una visión sostenible.
Otro aspecto importante a considerar es la producción y el desecho de dispositivos electrónicos. La creciente demanda de tecnología, impulsada por la conectividad, no solo genera residuos electrónicos difíciles de reciclar, sino que también puede aumentar la exposición a amenazas cibernéticas. La obsolescencia de dispositivos puede llevar a la práctica de almacenar datos sensibles en tecnologías más antiguas que podrían no estar adecuadamente protegidas, dando lugar a vulnerabilidades que afectan tanto a la seguridad como al medio ambiente.
En conclusión, el vínculo entre el uso de Internet, la inteligencia artificial, la ciberseguridad y el impacto ambiental es complejo y multifacético. Reconocer y abordar estos desafíos es fundamental en nuestra lucha contra el cambio climático. Un enfoque consciente y responsable hacia la tecnología no solo protegerá nuestros activos digitales, sino que también contribuirá a un futuro más sostenible y saludable para el planeta. Lograr un equilibrio entre la innovación tecnológica y la sostenibilidad ambiental es esencial para enfrentar los retos del presente y del futuro.
Escrito por: Anahí Lima
@MetabaseQ
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