LA MANIGUA

La otra Venezuela

Como la ciudad a la que pertenezco no es la capital del país ni se encuentra cerca, este análisis debe entonces tomarse desde otras perspectivas

OPINIÓN

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María Cecilia Ghersi / La Manigua / Opinión El Heraldo de México
María Cecilia Ghersi / La Manigua / Opinión El Heraldo de México Créditos: Especial

Llegar a Venezuela después de muchos años sin visitarla y sin vivir los últimos procesos políticos en carne propia crea un impacto enorme para quienes nacimos ahí. Desde luego el análisis se torna a veces bastante reactivo y en otras ocasiones pareciera emocional, pero se hacen los esfuerzos por analizar la situación desde todos los espacios posibles.  Me dediqué a observarles, preguntar, ponerme en sus zapatos, salirse de la primera impresión para indagar y fui a las tiendas de alimentos y farmacias, observé construcciones nuevas y viejas, los pocos locales que se han conservado, los que se extinguieron, las avenidas, las carreteras, los parques públicos y en persona saber qué hacían los profesionales de ayer que hoy no tienen mayores ganancias de sus vocaciones. Ser objetivo es una misión titánica pues uno se debate entre la fingida conformidad de la gente que trabajó toda su vida para obtener una vida normal, a veces austera pero plena y las caras tristes de los transeúntes que se pasean por las calles muchas veces sin destino.  

Como la ciudad a la que pertenezco no es la capital del país ni se encuentra cerca, este análisis debe entonces tomarse desde otras perspectivas. En la Mérida de mi Venezuela se vivía del trabajo universitario, del campo y del emprendimiento de quienes podían atreverse a temas empresariales. En la capital, las máscaras del chavismo son útiles y se recrean entre la promoción de aquel bienestar prometido y otras formas de vida económica que parecen insospechadas. Hay un aparente abastecimiento que se encierra en el núcleo principal de las zonas económicas reinventadas y la imagen que se siente es muy distinta en el  interior del país que no importa las mismas noticias y entre más lejos del reino de Maduro esté, más efímero el esfuerzo por derribar una verdad que se siente hasta en el modo de caminar de los ciudadanos.

Existen entonces varias venezuelas, todas conmueven mucho, menos la de los conectados al gobierno, que incluso en una ciudad tan pequeña y especial han creado un municipio propio donde se pagan y se dan el vuelto en una serie de negocios irregulares, irrastreables y que solo benefician a una nueva cúpula que pareciera vivir en otro país y burlarse de los vecinos y profesionales que se juntan por las avenidas en una desigualdad jamás vista. La “Revolución del Siglo XXI” no solo creó sino que extendió una desigualdad que hasta en los gobiernos de la IV República era impensable. No habrá datos ni bibliografía que lo confirme pronto porque en Venezuela los datos juegan en las oficinas de gobierno centralizando no solo los dólares que disfrazan en la supuesta tragedia del bloqueo, sino que el silencio y la crueldad les hace dignos voceros de un socialismo ramplón dedicado a un lenguaje sin límites y sin moral alguna.

Las otras, las que me crearon infinita admiración, son muchas pues cada ciudadano saca fuerzas para vivir en un esquema obligado de confusión,  pero hay dos que me hicieron saber que los sueños no tienen que tener ideologías, menos en una época donde esas han perdido su palabra en absurdas promesas.  Los nuevos estudiantes de la Universidad de Los Andes me han dado una lección. A pesar de no tener recursos básicos para la vida han decidido empezar o continuar con sus carreras a pesar de que la infraestructura de las facultades está deshecha y los docentes muchas veces no tienen cómo pagar su propio transporte, esa juventud que lejos de las noticias va en camino ciego y decidido por su futuro, con esperanza. Una suerte de filtro natural ha hecho que quienes quieren estudiar lo hagan convencidos de lo que hacen y de lo que quieren alcanzar. Una generación que no ha podido rendirse con la propaganda narcisa y mediocre de una cofradía de ladrones. Junto a esta Venezuela hay otra que en sus diálogos afirma que “no me voy de mi país, que se vayan ellos” y más allá de la frase que alcanza para innumerables e interesantes interpretaciones,  lo que se entiende, es que hay una cuestión de actitud de vencedores y de una resiliencia que administran en el día al día con una entereza que conmueve profundamente, que hace sentido, que es más revolucionaria que toda esta historia añeja de la trova vencida, armas caídas y los libros que no deberían leerse jamás. Hay un tiempo en que los discursos deben cambiarse y esas venezuelas lo han hecho a pesar de todo.

POR MARÍA CECILIA GHERSI

COLABORADORA

@MACHIXBLUE

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