A sólo meses de terminar, el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador podría ser definido como uno lleno de buenas intenciones pero una contrastante limitación a la hora de ejecutar.
Para muchos, dentro y fuera del país, se trata de un sexenio de oportunidades perdidas.
Si bien la política social deja un real beneficio a las clases trabajadoras, sobre todo significado por los aumentos al salario mínimo y las becas y pensiones, no son pocos los que alegan un esquema de clientelismo, y sus críticos afirman que deja al siguiente gobierno en una situación fiscal más difícil que la que él recibió, tanto en lo económico como en lo referente a seguridad y en medio de transiciones de todo tipo.
El problema es que una y otra vez las ideas y las buenas intenciones han sido disminuidas o limitadas más por la realidad y las incapacidades o intereses personales de sus subordinados que por sus adversarios políticos. De hecho, algunos analistas ven ahí la razón para la creciente participación de las Fuerzas Armadas en la administración pública.
Paralelamente, en más de una ocasión, sobre todo en política exterior y economía, la retórica presidencial ha puesto en problemas a su gobierno y los vínculos externos del país.
En lo internacional ha habido una serie de roces y choques que se consideran como innecesarios con Estados Unidos, España, Perú, Panamá, Argentina, la Organización de Estados Americanos (OEA), el Parlamento Europeo, y a cambio una serie de posturas que efectivamente se ven como apoyo para gobiernos autoritarios como los de Rusia, Cuba, Nicaragua y Venezuela.
En ese terreno, medidas de política económica doméstica y ausencia de promoción han sido de poca ayuda para alentar la inversión extranjera y en cambio crearon cuestionamientos sobre certidumbre legal mientras quedan dudas en cuanto infraestructura, suministro de agua, energía, educación y entrenamiento de los trabajadores.
Algunos de los grandes proyectos del gobierno están aún en fase de completación, aun cuando hayan sido inaugurados y con enormes sobrecostos. El impacto que hayan de tener está por determinarse pero puede considerarse que en sus primeros años necesitarán de apoyo fiscal, lo que añadirá a la carga del gobierno y la necesidad de recursos para mantenerlos, lo que implicará limitaciones para la inversión estatal en otras áreas.
El mandatario buscó abolir o neutralizar estancias independientes de verificación y supervisión gubernamental y deja varias de ellas, incluso la Suprema Corte de Justicia y el Instituto Nacional Electoral, en manos de aliados ideológicos, pero no necesariamente capacitados.
Lo cierto en todo caso es que en su esfuerzo por restablecer lo que en su opinión debe ser el papel del gobierno, López Obrador dejará más esperanzas que realidades, posibilidades de problemas y conflictos y una nación políticamente dividida.
Y esa es la historia de su gobierno.
POR: JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
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