Más allá de las barbaridades y el egocentrismo de Donald Trump, sería difícil o imposible, olvidar que para bien o para mal, representa algo para la sociedad de EU.
Hace 25 años, el presidente Bill Clinton proclamaba que Estados Unidos era la nación indispensable, y hace 14 años, Barack Obama recordaba que su país había garantizado la seguridad global con la sangre de sus ciudadanos.
Hoy, gran parte de los estadounidenses cree que debe ponerse más atención a los problemas en casa.
Y es lo que les dice Trump.
En cierta forma, el exmandatario se ha convertido en el rostro de un sector que favorece el aislacionismo internacional para centrarse en sus problemas domésticos.
Y suena bien. Pero es también el país del Destino Manifiesto, una nación misionera y mercantil.
Puede recordarse que Estados Unidos es paranoico, que aún a principios del siglo XX podría ser considerado aislacionista. Después de todo, para muchos estadounidenses su país era un mundo y no necesitaban más.
Pero otras partes de la sociedad, representada por sus misioneros protestantes y sus empresarios, vieron en la realidad internacional una oportunidad; evitar que ese desorden se convirtiera en problema para ellos y sus intereses los llevaron a convertirse en una potencia mundial, obligada a tratar de mantener vivo un orden internacional desmadejado después de la I Guerra Mundial y demolido, tras la II Guerra Mundial, por la descomposición de los imperios británico y francés, y a enfrentar una "amenaza" que de ideológica se convirtió en geopolítica y militar.
En todo ese tiempo, aprendió a ignorar los llamados de mantenerse al margen, tras lo que consideran la negativa lección de abandonar la Sociedad de Naciones en los años 20, y por su propensión a meterse en líos ajenos, frecuentemente por razones y con recetas creadas para satisfacer juegos políticos en Washington, pero ignorar las condiciones de cada país.
Para el historiador Robert Kagan, el propósito que mueve a EU es ser la potencia organizadora del mundo, con un sentido de misión a ideales estadounidenses arraigado.
En ese camino creó redes comerciales y de inversión por el mundo, pero muchos ciudadanos se sintieron rebasados y olvidados por sus intereses políticos, ideológicos y económicos.
Y en cierta forma, es lo que representa Donald Trump que, según el politólogo Bill Schneider, ha puesto el aislacionismo de nuevo en la agenda estadounidense.
Para la veterana activista demócrata Donna Brazile, Trump es un fenómeno que se mueve fuera de las reglas de la política tradicional. "Es un movimiento", dice. Uno que rechaza la idea de que los intereses internacionales de EU puedan superar a los domésticos. Así, hoy la principal amenaza a la voluntad estadounidense de primacía no es externa, sino emanada de los propios Estados Unidos.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE1
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