La política exterior de Brasil ha buscado por largo tiempo constituir a su país en el eje político-económico de América del Sur y a partir de ahí reclamar un lugar en la mesa donde se toman las grandes decisiones.
Muchas señales indican que está cerca de lograr su propósito. De hecho, hay una impresión casi unánime de que la participación del presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva en la Asamblea General de Naciones Unidas, la semana pasada, le permitió presentarse como líder de las naciones en desarrollo, el llamado "Sur Global".
Como presidente, Lula da Silva representa para muchos fuera del Brasil un dirigente liberal en términos sociales, democrático en lo político y un buscador de justicia en lo económico, amén de un dirigente preocupado por los problemas del medio ambiente y el intercambio económico internacional.
Electo el año pasado Presidente por tercera vez, luego de 12 años fuera del poder, Lula es tal vez el mejor recurso jamás de una diplomacia con reputación de eficiencia y ambición protagónica.
El activismo que encabeza Lula en los foros internacionales y su pertenencia al BRiCS (formado además por Rusia, India, China y Sudáfrica) resuena especialmente en una región donde la relación de amor/odio con Estados Unidos ha sido el principal punto de política exterior.
Brasil es la mayor potencia económica de AL y como tal domina el panorama en la masa sudamericana, donde los 8.5 millones de kilómetros cuadrados de su territorio le dan fronteras con 10 de los 12 países con los que comparte el subcontinente. Solo Chile y Ecuador están lejos de territorio brasileño. Pero con una población estimada de 203 millones de habitantes y un Producto Interno Bruto estimado en dos millones de millones de dólares, resulta un pozo de atracción gravitacional.
Y la diplomacia brasileña ha sabido aprovechar la situación para erigir a su país en el país líder de la integraciòn latinoamericana, con los intereses brasileños en el centro, como en el caso del Mercosur; el concurso más o menos voluntario de los países que forman la Unasur, creada en su momento como contrapeso amigable a la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) impulsada por los petrodólares del presidente izquierdista venezolano Hugo Chávez.
Unasur fue creada en 2008 durante el primer gobierno de Lula da Silva (2002-2010) y una base para la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), un mecanismo de integración regional, convenida en 2010 en México. Con una doctrina que en el peor de los casos la hace la única otra política exterior del continente con una visión de "destino manifiesto", la diplomacia brasileña no cambia mucho de gobierno a gobierno, aunque sufrió con el derechismo del presidente Jair Bolsonaro.
Lo cierto es que Brasil parece llenar un vacío para asumir un papel largamente ambicionado. Pero Brasil con Lula da Silva es uno y sin él es otra cosa.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE
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