APUNTES DE GUERRA

El golpe

La diáspora chilena encontró en México brazos y puertas abiertas, y nos retribuyó con creces. El exilio chileno trajo grandes mentes a nuestro país

OPINIÓN

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Gabriel Guerra / Apuntes de Guerra / Opinión El Heraldo de México
Gabriel Guerra / Apuntes de Guerra / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Dos acontecimientos marcaron mi infancia, queridos lectores, y dejaron en mí una profunda huella que ha guiado mis convicciones políticas y sociales desde entonces. El primero fue el zarpazo autoritario del gobierno mexicano al movimiento estudiantil de 1968.

A mis escasos seis/siete años, las conversaciones familiares giraban en torno a amigos y conocidos que habían sido detenidos, algunos —los menos desafortunados— con rumbo a los separos policiacos, otros al Campo Militar número 1, y otros, muchos, que simplemente desaparecieron o murieron.

Todo esto antes y después de la tarde fatídica del 2 de octubre, ya que la masacre de Tlatelolco sólo fue la cúspide de la represión violenta desatada por el gobierno.

El segundo acontecimiento fue apenas cinco años después, cuando nos enteramos colectivamente de un zarpazo todavía más brutal y salvaje: el Golpe de Estado en Chile, en contra del gobierno democráticamente electo de Salvador Allende, primer izquierdista en llegar al poder en America Latina por la vía de los votos, víctima de una amplia conjura que involucró no sólo a los militares chilenos, sino a la más rancia oligarquía de ese país y, cómo se supo siempre, pero se confirmó años más tarde, el gobierno estadounidense.

Si la represión del ‘68 (y después el halconazo del ‘71) representaron mucho de lo peor de los gobiernos priistas en los tiempos de la así llamada Dictadura Perfecta, la reacción ante el pinochetazo en Chile y la muerte del presidente Allende puede ser considerada una de las páginas más dignas y gloriosas de la política exterior mexicana.

A la valerosa, algunos dirían heroica, conducta del embajador de México en Santiago de Chile, Gonzalo Martínez Corbala, se agregó la prudencia del presidente Luis Echeverría, quien supo esperar el tiempo necesario antes de romper relaciones con los golpistas para garantizar la salida del mayor número posible de refugiados.

La diáspora chilena encontró en México brazos y puertas abiertas, y nos retribuyó con creces. Así como el exilio español tras la asonada franquista, el chileno trajo grandes mentes a nuestro país, y, sobre todo, un espíritu y cultura forjados en la idea de las libertades y la democracia como valores intrínsecos, imprescindibles para el ser humano.

A mis casi 12 años, supe por voz de mi madre, entonces embajadora de México en Israel, que el gobierno mexicano había decretado tres días de luto nacional.

Le rogué que me permitiera ser yo quien izara y arriara el lábaro patrio esos tres días, en lo que era mi primera auténtica toma de conciencia política, que marcó, como les dije al principio de este texto, mi vida futura: soy un demócrata convencido, y echo de menos ese México de puertas abiertas, hospitalario, en el que crecí. Por lo pronto, recuerdo a Salvador Allende y a los chilenos que perdieron la vida o la patria por defender sus convicciones. Salud.

POR GABRIEL GUERRA
COLABORADOR
GGUERRA@GCYA.NET
@GABRIELGUERRAC

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