Donald Trump regresó ayer a Washington, D.C. de la manera más deshonrosa posible. Volvió para comparecer ante una juez en calidad de acusado de conspirar en contra de los Estados Unidos.
El expresidente, que fue electo democráticamente y juró proteger la Constitución de su país, enfrenta la tercera y más grave acusación penal por intentar activamente revertir el resultado de la elección que perdió frente a Joe Biden.
La acusación es apabullante: “El acusado (Donald Trump) perdió la elección presidencial de 2020. No obstante haber perdido, estaba determinado a permanecer en el poder”. Y con ese objetivo conspiró con sus abogados a fin de alterar los votos electorales en siete estados.
Además, intentó obstruir el proceso constitucional presionando al entonces vicepresidente Mike Pence para que cancelara la certificación de la votación en el Congreso y, por ende, para que se violara el derecho de los ciudadanos a que sus votos sean debidamente contados.
Quien fue electo democráticamente acusado de conspirar contra las propias reglas democráticas que en su momento lo llevaron a la presidencia. Acciones ilegales que podrían llevarlo a prisión.
Los adjetivos ya suenan insuficientes. “Histórico, inédito, impensable” han quedado rebasados por la realidad.
Lo que sigue sorprendiendo es que se trate de Estados Unidos, en un extraño caso de contagio subcontinental.
Porque, desafortunadamente, el fenómeno de las “electo-dictaduras” ha sido más propio de Latinoamérica.
Así lo consigna el último informe dado a conocer por la organización Latinobarómetro, que señala cómo Latinoamérica ha caído en una recesión democrática a partir de 2008 por el “colapso del desempeño” y la consecuente insatisfacción de la ciudadanía.
Se trata de una evolución en sentido contrario. Pero, a diferencia de lo ocurrido en el siglo XX en la región, ahora no se usan armas ni golpes militares.
Esta vez, los dictadores son primero civiles elegidos en comicios libres y competitivos que luego se quedan en el poder cambiando las reglas y escenificando pseudo elecciones para mantener la imagen de democracia.
Siguiendo a Latinobarómetro, la crisis de la élite al más alto nivel en la mayor parte de los países de la región se manifiesta en los 22 presidentes condenados por corrupción en nueve países y los 19 presidentes que han dejado su cargo antes del fin de su mandato, así como un tercio de los presidentes elegidos en América Latina que ha transgredido las reglas para quedarse en el poder.
La crisis causada por Trump en Estados Unidos es la misma que describe el informe para el resto del continente.
Y la conclusión es igualmente aplicable para todos: “la tardanza de la región en condenar los autoritarismos y los populismos es parte del problema”.
Particularmente, la debilidad de las élites para señalar lo que no es democrático está abonando al retroceso.
POR VERÓNICA ORTIZ
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