Largamente planeados, pulidos, afinados, los procesos de selección de candidatos a la Presidencia de la República de las dos grandes fuerzas políticas entran a su fase final, y es justo en ese momento crucial que se empiezan a advertir fisuras en las carrocerías de ambas.
La tan cantada unidad en el proceso oficialista es la que más notoriamente se resquebraja, con la rebelión a medias de Marcelo Ebrard.
El excanciller ha denunciado una serie de irregularidades graves, pero no ha dado el paso final: estira la liga al máximo, pero no queda claro si la rompería él o lo harían sus hoy todavía compañeros de partido y movimiento.
La estrategia de Ebrard parece equívoca, confunde a propios y a extraños.
No muestra el temple que se le conoce y reconoce en su trayectoria pública, se le ve enojado y en ese enojo no deja títere con cabeza.
Sus contrincantes se miran desconcertados entre sí, salvo Claudia Sheinbaum, que navega tranquila y sonriente, sabedora de su ventaja en las encuestas y en LA encuesta, además de que tiene el viento a favor del aparato.
Los otros cuatro aspirantes del oficialismo (Adán Augusto López Hernández, Ricardo Monreal Ávila, Manuel Velasco Coello y Gerardo Fernández Noroña) están, cada uno, en lo suyo.
Todos tienen mucho más que ganar de lo que podrían perder siempre y cuando respeten las reglas y lleven la fiesta en paz.
Del lado del Frente Opositor, lo que parecía un día de campo para Xóchitl Gálvez se ha convertido en una expedición a través de la jungla.
Mientras su candidatura subía como la espuma todo eran sonrisas y chistoretes, ahora que enfrenta competencia real y la espuma comienza a bajar, la sonrisa se hace forzada y las ocurrencias le pasan factura.
De la abolición de las micheladas como estrategia de seguridad a la aseveración de que en el sur la gente no tiene la cultura de trabajar ocho horas, crece la percepción de que estamos frente a la ramplonería como programa de gobierno.
Beatriz Paredes carga, como El Pípila, con la pesada loza de la dirigencia de su partido y del descrédito acrecentado del Partido Revolucionario Institucional en el sexenio pasado. Su estilo didáctico no es el más mediático en estos tiempos, pero tal vez su apuesta es a que el fondo y el contenido definan su candidatura en lugar de que lo hagan los videos de treinta segundos o las imágenes que han creado con inteligencia artificial.
Y Santiago Creel ahora en la incomodísima posición de verse obligado a declinar en favor de su supuesta compañera, amplificada dicha exigencia por las redes sociales, donde Xóchitl tiene una clara ventaja y una bien construida red de apoyo.
Las aguas plácidas de la sucesión se han visto sacudidas por las pedradas que vuelan en ambos campos. Hay quienes lo ven como normal, hay quienes auguran rompimientos, y hay quienes saben que incluso las fisuras generan daños estructurales.
POR GABRIEL GUERRA
COLABORADOR
GGUERRA@GCYA.NET
@GABRIELGUERRAC
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