Superficial y absurda como es, la polémica generada por el grupo de jóvenes mexico-estadounidenses Yahritza y su Esencia y sus declaraciones en torno a la comida y el ruido en Ciudad de México pone de relieve un problema que debe atenderse: entre mexicanos y mexico-estadounidenses.
Es en cierta forma una cuestión de percepciones. Para muchos en México, los mexico-estadounidenses debieran hablar español sin acento y pronunciarse sin ambages en favor de México en todos los sentidos.
Yahritza y sus familiares crecieron en un ambiente distinto al de México. Ya son otra cosa, son mexico-estadounidenses.
Si, como muchos de los descendientes de mexicanos, sienten mayormente un afecto por el país y la cultura de sus ancestros, que son un ancla de su conciencia como grupo. Pero al mismo tiempo, históricamente se han visto obligados a vivir en un ambiente a veces hostil, donde han enfrentado discriminación en el lado estadounidense y desdén en México.
En lo práctico, en su realidad, son una minoría étnica de EU, con diversas vertientes según la región en que vivan, el tiempo que sus familias lleven en Estados Unidos y una cultura propia, en formación, a partir de elementos mexicanos y estadounidenses.
En muchos casos son parte de ese "tercer país", esa franja a ambos lados a lo largo de la frontera entre EU y México y que tiene interacciones y características regionales.
La combinación de entre 11 y 12 millones de mexicanos nacidos en México que residen con o sin papeles en Estados Unidos y de los descendientes de mexicanos, alcanza ahora unos 45 millones de personas, el 60 por ciento de la población latina, un grupo cada vez más importante en lo político y lo económico. Ese primer grupo es el origen de remesas por más de 50 mil millones de dólares anuales, uno de los mayores programas sociales de México pero al margen del gobierno.
El segundo es parte mayoritaria de una minoría latina que tiene un producto bruto de más de dos millones de millones de dólares. Son políticos, artistas, intelectuales, académicos, deportistas estadounidenses que pueden o no tener una afinidad por México aunque gusten de cosas mexicanas.
Son la cantante Selena Gomez y el boxeador Oscar de la Hoya, son el embajador Antonio Garza y la actriz Eva Longoria, son el diputado Joaquin Castro y una cada vez más larga lista que incluye, si, a Yahritza y su Esencia.
Miguel Basáñez, un distinguido especialista en estudios de opinión pública que fue embajador de México en Washington por unos meses entre septiembre de 2015 y abril de 2016, sostenía que la minoría mexicana en Estados Unidos podría llegar a ser un grupo de presión como los de estadounidenses de origen judío o cubano, en defensa de sus propios intereses pero también como posibles aliados políticos de México en Estados Unidos.
Pero que lo sean depende también de los mexicanos de México.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE1
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