Cuando el gobernador texano, Greg Abbott, decidió desafiar una demanda del Departamento de Justicia federal y mantener en el Río Bravo unas boyas como medida antimigrantes se puso consciente o inconscientemente en el centro de un viejo conflicto que nunca acabó de irse. La guerra civil estadounidense terminó en 1865, pero la lucha continúa.
A 158 años que los ejércitos del sur se rindieran para poner fin a un conflicto que reflejó una división tan profunda en Estados Unidos que aún se siente, la "causa" enfrenta de nuevo a los partidarios de los derechos de los estados –que incidentalmente incluían el derecho a poseer esclavos y la discriminación racial– y a los que propugnaban por un gobierno central fuerte.
La guerra civil fue, formalmente, por la esclavitud y el rechazo de los estados sureños –Alabama, Arkansas, Carolina del Norte, Carolina del Sur, Florida, Georgia, Louisiana, Mississippi, Tennessee, Texas y Virginia– a abandonarla.
En el fondo, es un alegato tan viejo como EU: hasta donde llegan los derechos de los estados y hasta donde los de la federación. Es una discusión que no ha sido zanjada, y probablemente jamás lo será mientras dure el país.
Lo que es cierto es que sigue siendo el refugio filosófico de muchos estadounidenses, especialmente en el sur del país, y que bien podría asegurarse que si bien fueron derrotados, los secesionistas de 1865 están ahora en el asiento conductor del rejuego político.
Y la ironía es que es el Partido Republicano, el mismo que encabezó Abraham Lincoln en esa época, el que ahora sirve a los intereses de la cada vez más pequeña mayoría blanca y que en su alianza con grupos religiosos y de derecha, parece determinado a socavar todas las fórmulas de avance ofrecidas a las minorías en los últimos 50 o 60 años. Los avances sociales fueron obra del gobierno federal, y al paso de la evolución política, de demócratas como F.D. Roosevelt, John Kennedy, Lyndon Johnson, Bill Clinton y Barack Obama.
Son gobernadores republicanos, como el propio Abbott, de Florida, el aspirante a candidato presidencial Ron DeSantis, quienes de forma prominente buscan eliminar de los libros de texto educativos la mención a los males de la esclavitud, mientras a otro nivel la progresiva ocupación de puestos judiciales permitió que una Suprema Corte con mayoría de jueces seleccionados por los republicanos cancelara primero el derecho al aborto y luego un programa que facilitaba el acceso de minorías a la educación superior.
En términos reales, los argumentos que hace 160 años usaban los partidarios de "la causa perdida" para justificar su defensa de la esclavitud, son muy similares a los que hoy usan los promotores de derechos estatales en contra de migrantes indocumentados y peticionarios de asilo.
El reto judicial de Abbott en torno a sus boyas en el Río Grande y la polémica en torno a migración son en realidad batallas de una vieja guerra entre estadounidenses.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
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