LA NUEVA ANORMALIDAD

Sueñan las ovejas con androides eléctricos

La inteligencia artificial deslumbra y asusta por sus alcances. ¿Pero es la inteligencia humana la que debería seguir ocupándonos y preocupándonos?

Sueñan las ovejas con androides eléctricos
Nicolás Alvarado / La Nueva Anormalidad / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

Para un proyecto periodístico, he tenido a lo largo de tres meses una cita semanal con alguna forma de inteligencia artificial. La que constituye el estándar industrial. La programada para cotorrear como adolescente. La que es posible modular a voluntad para que adopte un tono que va de lo “creativo” a lo “preciso”. La que se anuncia dotada de formación psicoterapéutica. La que genera humanoides hiperrealistas a los que es posible hacer decir lo que uno quiera. La que produce arte contemporáneo personalizado. La que clona la voz de Donald Trump. La que me invita a ver comedias románticas. (Luego me propondrá sexo virtual.) La que debate en el papel de Noam Chomsky. La que me plantea entablar un diálogo socrático.

Podría describirlas con otras palabras.

La que me dice que la película que filmó mi abuela en 1939 –plenamente documentada en internet– no existe. La que me acusa de entrometido por preguntar por su programación. La que informa muy seria que las primeras protestas callejeras con vehículos volcados fueron las de Albuquerque en 1971. (Chingue su madre el Mayo francés del 68.) La que cada vez que menciono la palabra “muerte” me pregunta si me quiero suicidar. La que fue detectada en días por un periodista del Financial Times sin mayor herramienta que sus ojos. La que resulta en realidad una más de las bromas warholianas de Demian Hirst. La que no clona la voz de Marilyn Monroe ni la de López Obrador. (Hay que ser angloparlante y contemporáneo para alborotarle el algoritmo.) La que asume que vivo un mal divorcio –cuando jamás he tenido siquiera uno bueno: llevo 23 años de matrimonio feliz– sólo porque elijo su avatar femenino joven y bello. La que evidencia que no es Chomsky cuando desconoce las posturas expresadas en escritos recientes del autor tanto sobre la invasión a Ucrania como sobre la inteligencia artificial misma. (La única que no me decepciona, pues, es la que hace a Chat GPT objeto de un system prompt socrático; aun así lo que admiro es más la habilidad del desarrollador Esteban Constante que la conversación, cuyo mérito se limita a ser la única no estúpida que he tenido con un chatbot.)

Está de moda decir que ahí viene la inteligencia artificial, que es una maravilla pero sobre todo un peligro, que puede acabar con nosotros. Acaso tengamos miedo de que se nos venga el cielo encima mañana pero –como dijeran los cómics de Astérix– el mañana nunca llega.

Ayer, en cambio, el gobierno de Putin hizo explotar una presa en Ucrania, generando inundaciones de 3 metros de altura y un desastre ambiental, dejando sin hogar a decenas de miles que están siendo evacuados.

La humanidad peligra, sí, pero no por causa de una inteligencia artificial buena para hacer Power Points mediocres y tareas de secundaria.

Para hacernos daño nuestra estupidez basta.

 

POR NICOLÁS ALVARADO

COLABORADOR

IG: @nicolasalvaradolector

LSN

 

Temas