MALOS MODOS

La victoria cultural del zapatismo

La tentación de simpatizar con el zapatismo, hoy, se deja sentir: se le ha puesto enfrente a la aplanadora morenista

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de México
Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La tentación de simpatizar con el zapatismo, hoy, se deja sentir: se le ha puesto enfrente a la aplanadora morenista, con no muchos resultados tangibles pero, a cambio, con el logro de algunas muescas a su legitimidad entre la progresía. No es poco. En días recientes, con buenas razones, los zapatistas levantaron de nuevo la voz para recordarnos lo que es Chiapas en días de la 4T. A los paramilitares de toda la vida y la brutalidad con la que se enfrentan también desde siempre (y con frecuencia) ciertas comunidades, se han sumado las organizaciones criminales, esas a las que vimos en el acto de convertir San Cristóbal de las Casas en un campo de batalla con motos y armas de fuego. 

El único pero, uno bastante grande, es que esta lista de responsables de la violencia en el Chiapas de los últimos años es incompleta: faltan, justamente, los zapatistas. Se ha escrito mucho sobre el talento para la comunicación de este movimiento, particularmente del que fue su cara (o no cara) más visible, el Subcomandante Marcos. No hay manera de regateárselo.

El zapatismo entendió que podía resultar tremendamente sexy para la progresía mexicana, la vieja y la nueva, igual que para la no mexicana, y se anotó lo que algunos llaman “una victoria cultural”. Cómo no recordar el éxtasis de destacados miembros de la intelligenzia europea, como Manuel Vázquez Montalbán o Saramago, en aquellas peregrinaciones al México profundo. ¿Sexy por qué? Por ese coctel de utopía primigenia reencarnada –utopía indigenista–, con sus usos y costumbres tan auténticos, y de guerrilla light. 

Salvo que no era tan light. Las utopías son cosas bastante feas. Los mundos idílicos requieren mandamases que impongan la ley y el orden que necesitas tú, pueblo, para ser feliz, y la evidencia de que el zapatismo fue una cosa de capataces no es escasa. Bibliografía, abunda: ahí están los trabajos de Maite Rico y Bertrand de la Grange, Juan Pedro Viqueira, Marco Estrada, Pedro Pitarch o Carlos Tello, que, desde puntos de vista muy diferentes, dejan ver una realidad muy distinta: arrebatos militares debidamente sangrientos; una pervivencia marrullera del comunismo guerrillero (el del Che y compañía) con todo el autoritarismo y toda la violencia que le son inherentes; el muy nocivo milenarismo católico de orientación marxista en los orígenes del movimiento; la moralina hecha explícita en, por ejemplo, la prohibición del alcohol; y los castigos físicos para imponer la disciplina. Y, claro, las consecuencias necesarias: desplazados por miles y aislamiento sectario, digamos. 

El título de esta columna es poco preciso. O sea, sí: cualquier cosa es “cultural”, un término súper manga ancha. Más exacto sería hablar de victorias propagandísticas. Ya saben, esas que cacarean una realidad a costa de la otra, la de a deveras. 

Julio Patán 

Colaborador

@juliopatan09 

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