Hace unos días, en el Día de la Marina, escribí en mis redes sociales sobre el borrado sistemático del papel de los civiles en los hechos históricos, borrado perpetuado por ciertos grupos a los que les duele que México sea un país pacifista. Como si vivir en guerra fuera sinónimo de fuerza y buscar la paz nos hiciera “agachones”; nada más lejos de la realidad.
Desde 2006, cuando la administración en turno le declara la guerra a los cárteles de la droga, hemos venido arrastrando un caos que parece no tener fin. Continuos enfrentamientos, olas de homicidios; un país sumido en la violencia y la inseguridad, y una policía corrupta. ¿Qué podíamos esperar? si el entonces Secretario de Seguridad Pública de esa época, Genaro García Luna, ahora se encuentra tras las rejas.
Seguimos pagando las consecuencias de esa guerra fallida. Sin embargo, actualmente, tenemos la estrategia de seguridad al mando de una mujer que ha demostrado que se le tiene que apostar a las causas raíz que generan la violencia. Rosa Icela Rodríguez Velázquez, Secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, sabe que tiene que estar al mando de la Guardia Nacional y trabajando a la par con las fuerzas armadas, mientras le apuesta a la dignificación y profesionalización policial, buscando recursos específicos para el fortalecimiento de las instituciones de seguridad pública.
Una rosa inquebrantable, de acero, eso es lo que vemos las nuevas generaciones en la Secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana. Utilizando la fuerza para combatir el crimen heredado y, a la vez, encabezando los trabajos de las Mesas de Construcción de Paz y Seguridad estatales, mesas que se llevan con neutralidad política, pues la seguridad pública no obedece a interés partidistas y se necesita la colaboración y coordinación de las instituciones federales, estatales y municipales.
México ya se dio cuenta que los balazos no nos llevaron a solucionar nada, son los abrazos: atendiendo las necesidades básicas de la población (alimentación, salud, empleo, educación), reestructurando el tejido social fragmentado, erradicando la corrupción, lo que atenderá de manera íntegra las causas de la violencia y el delito.
POR CLAUDIA LOZANO
COLABORADORA
MAAZ